Reportaje | Son mujeres negras dispuestas a cambiar las cosas

Reportaje | Son mujeres negras dispuestas a cambiar las cosas
El movimiento se dio a conocer tras la pegada de carteles con el lema “No me llames negrita, llámame negra”

Son mujeres y están en minoría, la sociedad no les representa, pero lejos de querer dar pena, Afrogalegas es y está para cambiar las cosas. Para ir a las escuelas a contarles que no son menos por ser negras, que no negritas, un diminutivo que –Zinthia, una de ellas, explica– se usa para suavizar algo que no quieren que se suavice porque están orgullosas de su origen y del periplo que realizaron para aparcar sus bártulos en este córner del mapa.
Este sábado organizarán una jornada en el centro Ágora para hacerse visibles: “No queremos la integración porque muchas ya nacieron aquí”. Con el campamento base en A Coruña, cinco mueven las actividades de un colectivo formado por 30 repartidas por toda Galicia, algunas descendientes de africanos pero acunadas en la ciudad, otras vinieron hace tiempo y formaron una familia gallega y otras se acaban de instalar. Para Zinthia, “la visibilidad es educación y cultura”.
Desde que se formaron en movimiento hace más de un año imparten talleres y conferencias para niños y mayores. Buscan un hueco en los programas escolares, pero cuenta la integrante que no cierran puertas a nada. Son conscientes de que tienen repercusión porque “estamos en un momento en que esto es una moda”. En su caso, se vino de Venezuela con nueve años a Galicia. Hoy tiene 30 y aunque sufrió y sufre capítulos de racismo no los quiere contar: “Es lo que hay, pero no queremos que nos digan: ‘Ay pobrecitas’, sino tomar el colectivo como una herramienta con la que labrar un futuro mejor”.
Se reúnen los últimos sábados de mes en encuentros abiertos a todos los coruñeses. El del 25 será el tercero, donde celebrarán de 11.00 a 14.00 horas un club de intercambio de pensamientos y proyectarán el documental “Gurumbé: Canciones de tu memoria negra”, de Miguel Ángel Rosales. La cinta refleja la esclavitud y el mestizaje entre España, África y América a través de imágenes y diálogos con los que el autor rescata un capítulo de la historia silenciada. Y porque llevan muchos años calladas, las afrodescendientes abrirán un debate después para poner sobre la mesa su identidad, sus referentes y el contexto: “Hay muchas que dejaron su parte negra a un lado, no vieron positivo reafirmar la negritud porque ser negro estaba mal visto” así que se alejaron de las tradiciones que hoy comparten entre todas. Las hay de 50 y también de 20 años, de orígenes tan diversos como las mujeres de Cabo Verde que se instalaron en Burela o las que cruzaron el Atlántico no hace mucho desde Venezuela.
Se dieron a conocer tras una pegada de carteles por el Día de la Discriminación Racial donde gritaron sobre el papel: “No me llames negrita, llámame negra”. Ya por entonces habían expuesto en el centro Ágora y otros locales su condición en fotografías hermosas. Decidieron que había que darle cuerpo porque ser mujer y ser negra en esta sociedad son dos condiciones que no ayudan. En equipo, se puede. Ellas lo están intentando. l

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