Los tres inventos del profesor Ferreiro

En estas mismas páginas, el pasado viernes, se publicó un aleccionador estudio sobre las políticas de participación de la Marea y su proyección práctica. Las cifras hablan por sí mismas, como la actitud sectaria de los concejales antes, durante y después del penúltimo “Dillo Ti”. Los cada vez menos vecinos que se molestan en acudir salen con una desconsoladora sensación de haber sido utilizados, bien para burla, bien para desprecio, bien para mofa.
Acudimos en absoluto y respetuoso silencio al Birloque. Pese a que desde María Pita se había tratado de limar asperezas con un puñado de promesas previas a los representantes vecinales, aquello acabó como el Rosario de la Aurora. Muchos creen que Ferreiro ha perdido el norte. Otros, sencillamente, estamos convencidos de que jamás tuvo una brújula en sus manos, ni intención de trazar un rumbo para la ciudad. Aun así, callamos, respetamos y observamos.
Tres inventos, tres, componen la trilogía de la falsa participación: el “Dillo Ti”, el “Escano Ciudadano” y los “Orzamentos Participativos”. Todos ellos cocinados por la responsable del área, Claudia Delso, en las cocinas de cartón piedra de la demagogia y el populismo más descarnado. Buñuelos de viento.
En lo que va de año, y sin computar el de ayer, los “Dillo Ti” alcanzan una media de 78 participantes por cita. Poco más de 700 que, suponiendo que hayan sido todos distintos y que en este recuento no entren los propios concejales, los asesores, los encargados del montaje y los anfitriones, ni siquiera representan al 0,3 por ciento de la población. Y los que van, lo hacen para quejarse.
A falta de dos plenos ordinarios, el “Escano Ciudadano” ha sido utilizado por cuatro vecinos bien contados. También alguno de ellos ha ido a por lana y ha salido trasquilado. Son actos propagandísticos, lícitos como instrumento, siempre y cuando no se utilice el dinero de todos para financiarlos y sostenerlos. ¿Quién paga el mitin?
La Marea se ha convertido en una máquina de desvirtuar la realidad. En una ametralladora de disparar largas a los vecinos. Las quejas son siempre las mismas y se resumen en un diagnóstico rotundo: no escuchan. Ante este panorama no es de extrañar que el propio Xulio Ferreiro, al borde del ataque de nervios, admita que estaría mejor tomándose el vermú que aguantando el chaparrón.
Es admirable, eso sí, la capacidad para salir a pecho descubierto a proclamar políticas de vivienda con el turbio episodio de los “pisitos” sobre los hombros. O para defender la honestidad de un proceso concebido para regalarle lo que queda de la antigua prisión a un grupo de amiguetes. Allá usted, señor alcalde. Pero lo que no le vamos a consentir es que culpe al PP de su fracaso. Hasta ahí podíamos llegar.
 

Los tres inventos del profesor Ferreiro

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