Una cárcel con marcha

MENUDA suerte tuvo Oriol Junqueras, el presunto hermano gemelo de Miguel Durán, el de la ONCE, con que el juez decidiese mantenerlo confinado en la trena. Allí llevaba una existencia la mar de tranquila y podía dedicar las 24 horas a su plan de vida favorito: ora et labora, es decir, a combinar las alabanzas al Señor y la Virgen de Montserrat con la redacción de su obra cumbre, “Cartas desde mi celda”. Eso ocurría cuando estaba recluido en Estremeras, prisión dependiente del imperio, porque desde su traslado a Lledoners, que pertenece a la República, no sufre más atrancos en el desarrollo de su ímprobo trabajo. Él y el resto de los políticos presos –el orden de los factores sí altera el producto, pues no son presos políticos– no dejan de recibir visitas. Hasta 21 se contabilizaron en un solo día, según ha denunciado un jefe de servicio de la prisión. Ya es mala suerte que ni en la trena puedas estar tranquilo y tengas que aguantar los mismos rollos que una persona sobre la que no existan sospechas de haber delinquido. 

Una cárcel con marcha

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