El CIS no nos saca de dudas

Las entrañas oficiales de la oca (el CIS) se suman a la escandalosa disparidad de los sondeos sobre intención de voto. Pero confirman a grandes rasgos la tendencia al triple empate con un cuarto partido, Podemos, ligeramente descolgado. Nada que no soporte un rasero común por el consabido margen de error.
El error técnico puede borrar distancias electorales en la España de las cuatro esquinas, al menos las de carácter demoscópico. Y las puede agrandar también el paso del tiempo, que siempre alumbra acontecimientos imprevisibles. Quiero decir que de aquí a las elecciones generales, dos años o algo más, con meta volante en las europeas y territoriales de la primavera 2019, puede pasar de todo. No vale la pena jugar de farol hasta entonces.
Dicho sea, sobre todo, por la aparente “irresistible ascensión” de Ciudadanos en su cruzada contra el bipartidismo. Aunque el CIS lo sitúa como segunda fuerza, a tiro de piedra del PP, Albert Rivera no debe olvidar que dos años en política en mucho tiempo. Que un PP en aparente descomposición sigue teniendo mucha potencia de fuego en el BOE y en un tejido organizativo de sólida implantación. Y que, pase lo que pase en el ranking electoral, su eventual acceso al poder nunca será en solitario.
Este último elemento del análisis es capital en la interpretación de los datos del CIS: ningún partido podrá ser hegemónico ni gobernar en minoría si se trata de recuperar la estabilidad perdida con la investidura de Rajoy el 29 de octubre de 2016. Tiene razón Pedro Sánchez cuando dice que aquel día, con el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PSOE, “se resolvió el problema de la investidura pero no el de la gobernabilidad”.
Estabilidad, divino tesoro. Exige la complicidad de dos de las cuatro primeras fuerzas del espectro político nacional. Y eso vendrá dado por la frontera que la evolución de los acontecimientos acabe trazando en las disputas electorales.
No será lo mismo una frontera de lo nuevo frente a lo viejo que la clásica pugna izquierda-derecha. Esa previsión, capaz de decidir el resultado de la lucha por el poder, sólo es un atajo hacia lo que nos espera a partir de una situación muy volátil. Hay otros. Los más socorridos son las encuestas.
Sin embargo, el minuto y resultado, según el CIS, no nos saca de dudas. Así es de precario el momento político. El más precario, a mi juicio, desde el hundimiento socialista que en mayo de 2010 desencadenó la ruptura de Zapatero con sus votantes, que a su vez produjo la irrupción de Podemos y la engañosa barrida electoral del PP en noviembre de 2011.

El CIS no nos saca de dudas

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