Detrás de cada hilo teñido con pétalos y cada cesto trenzado con paciencia milenaria, hay una historia que late con fuerza y verdad. The FigBees es un manifiesto de amor por la artesanía, un refugio frente a la prisa y una apuesta decidida por lo que se hace con las manos, con el alma y con conciencia. Su corazón se llama Beatriz Rocha.
Beatriz es una mujer apasionada por el color, por las texturas que cuentan historias y por las piezas que no se rinden a la producción en masa. “The FigBees nace como respuesta al deseo de crear piezas bellas, únicas, sostenibles y alejadas de la moda industrializada”, dice, con la serenidad de quien conoce bien cada paso que hay detrás de una pieza.
La historia de The FigBees comienza en 2011, cuando Beatriz vivía en Barcelona. Inspirada por la luz de la Costa Brava y la curiosidad que despertaban las piezas de cestería que ella misma llevaba, decidió dar el salto. El primer contacto directo con el público fue en un rincón especial del L´Empordá, y la acogida fue tan entusiasta que marcó el comienzo de algo mucho mayor. Con los años, ya desde A Coruña, la aventura creció. Nació entonces la primera colección textil: líneas limpias, fibras vegetales y un profundo trabajo de investigación con tintes naturales.
El nombre de la firma es un juego de palabras inventado que mezcla higos (por su aroma embriagador), abejas (por su trabajo silencioso y vital) y “Bi”, como la llaman sus amigos. Una especie de pequeño universo en dos sílabas que ya nos da pistas de lo que encontraremos dentro. “El nombre siempre genera curiosidad…”, ríe.
En The FigBees podemos encontrar piezas atemporales, femeninas, con acabados que rozan lo impecable. Vestidos con cortes sencillos, tejidos que se sienten únicos al tacto, y accesorios que son pequeñas obras de arte. Todo parte de la artesanía, de lo manual, de una búsqueda constante por lo genuino.
“Se me pasan las horas investigando, localizando artesanos en puntos remotos, leyendo sobre técnicas ancestrales… Una vez leí que una mujer elaboraba los últimos cestos de su comunidad. Horas más tarde, tras perdernos por carreteras secundarias que ni el GPS reconocía, conseguimos encontrarla. Esa aventura forma parte del alma de nuestras piezas”, recuerda con emoción.
Cada pieza de The FigBees es el resultado de un proceso meditado: el diseño, la elección de tejidos, el teñido con plantas, todo ocurre en su estudio. La confección y el bordado, en pequeños talleres locales en A Coruña. Las colecciones son limitadas, con un mínimo de stock, para evitar residuos y honrar la sostenibilidad, que aquí no es una etiqueta, sino una convicción.
“Controlamos cada metro de tejido. Nada sobra. Nada se hace por hacer”, insiste Beatriz. El packaging también es reutilizado o reciclado. Además, donan parte de sus beneficios a proyectos que protegen a las abejas, esas pequeñas criaturas que también inspiran su nombre.
The FigBees no persigue tendencias. Sus piezas no caducan. No hay prisa, hay belleza duradera. Como dice Beatriz: “Nuestras creaciones enamoran por la sencillez de su diseño y los materiales extraordinarios. Son para construir un armario inmune al paso del tiempo, donde la artesanía y la belleza van siempre de la mano”.
Y si alguien quiere descubrir esa magia en persona, puede hacerlo con cita previa en su espacio de A Coruña, en el número 72 de Adelaida Muro.