¿Qué impulsa nuestra felicidad: nuestro propio punto de vista o las circunstancias de la vida? Un reciente estudio publicado en Nature Human Behaviour aborda esta pregunta fundamental, examinando el peso de los factores internos versus los externos –como el empleo, la salud y las relaciones– en el bienestar de las personas. Con datos de más de 40.000 participantes de distintos países, la investigación, que se alargó durante 30 años, revela que la receta de la felicidad es sorprendentemente personal.
La observación realizada por el departamnto de psicología de la Universidad de California - Davis reveló que la felicidad puede surgir de factores internos, influencias externas, una combinación de ambos, o incluso de ninguno, y que puede variar significativamente entre individuos.
Los investigadores identificaron cuatro grupos principales, cada uno con una perspectiva única sobre la felicidad:
La identificación de estos distintos estilos de felicidad pone de relieve que no existe un enfoque único para promover el bienestar. Las estrategias que funcionan para un grupo pueden no ser efectivas para otro. Por lo tanto, un enfoque personalizado y multidimensional, que considere tanto las circunstancias externas como las características internas de las personas, podría ser la clave para construir sociedades más felices y resilientes.
La clave para mejorar la felicidad social reside en abordar tanto los factores externos (como la salud y los ingresos) como las cualidades internas (como la resiliencia y el propósito). Para lograr la máxima eficacia, las políticas y estrategias de bienestar deberían adaptarse a las necesidades individuales, reconociendo la diversidad de fuentes de felicidad.
La forma en que entendemos, perseguimos y experimentamos la felicidad no es un concepto universal y homogéneo. Está profundamente entrelazada con los valores, las normas sociales, las creencias y las prácticas culturales de cada sociedad. Lo que se considera una fuente de felicidad en una cultura puede tener un significado diferente, o incluso ser irrelevante, en otra.
Una de las principales líneas de diferenciación radica en el contraste entre culturas individualistas y colectivistas.
Mientras que las culturas occidentales a menudo enfatizan la felicidad como un estado emocional placentero, otras culturas pueden poner mayor énfasis en el significado y el propósito en la vida como componentes clave del bienestar. Por ejemplo, en algunas filosofías orientales, el equilibrio y la aceptación de la dualidad de las emociones (tanto positivas como negativas) pueden considerarse más importantes que la búsqueda constante de la euforia.
Incluso la forma en que se expresa la felicidad varía culturalmente. En algunas culturas, las demostraciones efusivas de alegría son comunes y aceptadas, mientras que en otras se prefiere una expresión más reservada y contenida. Las normas sociales dictan qué emociones son apropiadas mostrar en público y en qué contextos.
El lenguaje, la música, la danza, el arte y las tradiciones también juegan un papel crucial en la expresión y celebración de la alegría en diferentes culturas.
Por ejemplo, el concepto danés de "hygge" describe una sensación de confort y bienestar que se encuentra en los pequeños momentos de la vida. En japonés, "ikigai" se refiere a la "razón de ser" o la alegría de vivir, que encuentra satisfacción en lo que uno hace. En algunas culturas latinoamericanas, la felicidad está fuertemente ligada a la celebración comunitaria, el baile y la expresión emocional abierta.
Comprender estas diferencias culturales es la llave para diseñar políticas y programas de bienestar que sean culturalmente sensibles y efectivos. Un enfoque global del bienestar debe tener en cuenta la rica diversidad de cómo se entiende y se persigue la felicidad en todo el mundo.
Para fomentar la felicidad a nivel individual y social, es esencial adoptar estrategias que aborden tanto los factores internos como los externos.
La investigación de la Universidad de California-Davis nos ofrece una perspectiva reveladora: la felicidad no es un destino único al que todos debemos aspirar de la misma manera, sino más bien un viaje personal y multifacético.
La identificación de distintos "estilos de felicidad" señala la necesidad de abandonar enfoques universales y abrazar una comprensión más matizada del bienestar. Para construir sociedades más felices y resilientes, el desafío radica en reconocer y atender la compleja interacción entre nuestras circunstancias externas y nuestro mundo interior, para fomentar en consecuencia un ecosistema de bienestar que valore la diversidad de las experiencias humanas.