Zarzuela no es Sanxenxo

Coincidirá la publicación de este comentario con el paso del rey emérito por el Palacio de la Zarzuela en algún momento del lunes 23. Y sin conocer la derivada informativa del acontecimiento familiar, ni siquiera la hora de este, bien puedo arriesgarme a anticipar que no se parecerá en nada a lo ocurrido en Sanxenxo.

¿Y qué ocurrió en Sanxenxo? Pues que hemos asistido a la burla televisada de una consigna oficial. La concertada por la Casa del Rey y el Gobierno, y al revés, fruto de un sano entendimiento de las dos instituciones. Me refiero a la discreción que se recomendó a don Juan Carlos para no dar cuartos al pregonero.

Se trataba de evitar en lo posible que los ciudadanos vuelvan a leer el relato de hechos probados, donde se exponen con todo lujo de detalles las trapacerías cometidas por don Juan Carlos para redondear su patrimonio personal prevaliéndose de su condición institucional. Se trataba también de no regalar a las fuerzas antimonárquicas la ocasión de volver a ponerse estupendas anunciando la venida de una tercera república y resucitando absurdos debates que huelen a naftalina.

Pero ni lo uno ni lo otro se ha podido evitar. Entre otras cosas, porque el propio emérito no estaba por la labor de seguir las indicaciones concertadas por la Casa del Rey con el Palacio de la Moncloa. Y se ha dejado querer por quienes, confundiendo churras con merinas, sostienen que los servicios prestados por don Juan Carlos a España, que nadie en su sano juicio discute, le eximen de su deber de ejemplaridad como el primero de los servidores públicos del Estado.

Por eso no entiendo que PP y Vox, así como el Ayuntamiento de esa localidad, la Xunta de Galicia y ciertas asociaciones hayan llevado su arropamiento al anterior jefe del Estado hasta el punto de olvidar unos compartimentos reprobables que están perfectamente descritos en los relatos fácticos de las tres causas judiciales archivadas por formalidades que le alejan del banquillo, y del juicio moral que merecen.

Lo de este lunes en Zarzuela (encuentro familiar, sin imágenes, fuera de la agenda oficial) no será como lo del fin de semana. Me sumo a quienes han sentido “bochorno” por las imágenes difundidas. Y poner nombre a esa sensación al menos me libera de recurrir a odiosas analogías históricas, por su oscurantismo, como las andanzas del rey felón el motín de Esquilache o el desdichado vivan las “caenas”.

Nos queda un consuelo respecto al encuentro familiar. El propio Juan Carlos es quien más está haciendo por revertir el salmo existencial del hijo que se mira en el ejemplo del padre para ser cada día mejor. En este caso es al revés. A ver si le cunde al emérito y aprende del hijo, aunque me parece que ya va a ser un poco tarde.

Zarzuela no es Sanxenxo

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