Vuelve el otoño vuelve la ilusión

Llega el otoño al fin, llega el cambio de armario, el frío matinal, las castañas, los temporales, los chubascos repentinos, el verano coruñés que siempre aparece al principios de octubre, los magostos, los cocidos, la piel que se va quedando blanca poco a poco (menos los cueros de las señoras churruscadas de La Solana que parecen todas Nefertaris resurrectas todo el año), vuelven los niños al colegio, los grupos de padres, los grupos de profes, los grupos de cocidos, los que abandonaron Twitter y vuelven a X con pompa y circunstancia y también con la esperanza de que Elon cobre dos céntimos y así poder salir huyendo hacia alguna red nueva que comprará el señor Musgo de nuevo y vuelta a empezar el ciclo de la vida de las redes sociales. Vuelven los que se fueron de vacaciones a Roma y ahora te enseñan sus fotos para que te conviertas en un ser verde de envidia, pero lo que no saben es que a tú aún no las disfrutaste y las pasarás en Thai…más bien en casa escribiendo ese libro que tienes que terminar de una vez pero te siguen faltando los datos. Pero todo llega, crucemos los dedos, porque esta noche soñé con la trama de una novela nueva, trama que por supuesto se me olvidó porque el sueño en el medio de lo importante derivó hacia rescatar el cadáver de Mozart niño momificado por los canales de Venecia a bordo de una góndola fúnebre. Visto así tampoco sería algo a descartar, el cuerpo de Mozart niño huyendo de los turistas fodechinchos en un Tsunami de Acua Alta. No es que quiera yo quitarle el puesto a Donna Leon con su comisario de la mujer que hace recetas, ya que cada uno tiene sus territorios y Dios me libre meterme a denunciar vertidos ilegales o corruptelas italianas con un señor que se pasea arriba y abajo, recorriendo los canales con poca ilusión y viendo ancianos fallecidos en pisos decadentes que podían ser perfectamente de alguna exnovia de Lord Byron.

 

 

El otoño es una época fantástica para ir al Bierzo, visitar las Médulas, ir a Castrillo de los Polvazares, comer un cocido, volver al Bierzo y hacerse un magosto, esperar en coche la larga cola en O Cebreiro, comprar queso, comer otro cocido, convertirse en Thrawn en el exilio después de tanto cocido (si no conocen a Thrawn, un villano de Star Wars maravilloso, lo pueden ver en la serie Ahsoka y disfrutar de galaxias muy lejanas) y además es la época de la fiesta más importante para los que somos góticos, siniestros y amantes del terror: Todos Los Santos, Difuntos, Halloween, la Noche de Brujas, Samaín…hora de desempolvar brujas, calaveras, cuchillos de plástico con sangre, colmillos de vampiro y demás parafernalia que será luego sustituida por los adornos y el Belén con musgo de plástico (no en Vigo que ya tienen puestas las luces de Navidad no sea que alguien se despiste).

 

Llega el otoño, llega la ilusión.  La naturaleza renace, se recogen las cosechas, se sienta uno a ver pasar jabalíes como el bueno de Obélix (bueno, Obélix los cazaba aunque eso ahora igual está mal visto y hay que manifestarse con el ceño bien fruncido) y alguna que otra rata, se va al desván a buscar la vieja gabardina de Colombo que ahora está de última moda y vuelta al gimnasio a perder los kilos de las birras y la tortilla para poder sustituirlos por los del cocido. Lo único malo del otoño es que para las filloas aún queda mucho. 

Vuelve el otoño vuelve la ilusión

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