La vida conspiracionista es la vida mejor

Bajo al centro y veo estupefacta que el bar de toda la vida, el de serrín, cuncas de vino terrible, puerta modernista y dueño coruñento de palillo en boca ha sido renovado y convertido en una de esas cafeterías brunch que tanto gustan a los jóvenes de ahora. Ya no se respeta nada en esta sociedad terrible. Ni la monarquía se respeta ya, algo que venía directamente otorgada del cielo es ahora ya una fuente inagotable de cotilleos, teorías y delirios a cada cual más imaginativo y sabroso. Y lo que nos gusta. Por lo menos juega el Depor en unas horas y la afición ha cortado la calle San Juan a base de humo azul (como la niebla de los libros de Zafón), hay cosas que nunca mueren, será la transmigración de almas blanquiazules. Pero volvamos al salseo. Al turrón. Sí, todos saben a lo que me refiero: a la monarquía inglesa. Hasta tiene una serie. Pero incluso la serie se ha quedado ya obsoleta con las nuevas aventuras de nuestros héroes. Todo el mundo se hace una pregunta: ¿dónde está Kate? Hay cientos de versiones del paradero de la princesa. La mejor de todas es que su cuerpo está sirviendo de recipiente del alma perdida de la Reina Isabel, en un ritual sumerio digno de una película de la Hammer. Imagino a Christopher Lee vestido de sacerdote, ojos pintados, con un bastón en una mano y un botafumeiro en la otra recitando letanías extrañas, rodeado de un círculo de enmascarados y el cuerpo de la pobre mujer semidesnudo sobre un altar antes de que llegue Peter Cushing a rescatarla en el último momento. 


Queridos lectores, yo soy otra persona. Hace años era la señora menos conspiracionista del planeta, pero desde lo del virus chino, el murciélago, el pangolín y los médicos que se volvieron negros en un Michael Jackson inverso me lo creo todo. También me creo que mucha gente se hizo muy rica vendiendo un trapo inservible que te obligaban a poner en la cara como si fueras Dick Turpin delante de una diligencia a punto de robar joyas, pero de eso hablaremos otro día, como del gobierno. Me creo que Kate está envuelta en una transmigración de almas, que está en un balneario en Lugo haciendo un Agatha Christie por una infidelidad, que su amante ha sido finiquitado en un ataque de celos digno de Francesca da Rimini, que la cirugía estética fue fallida y los párpados le han quedado sellados, que ha engordado por culpa de los cocidos del carnaval, que se ha deprimido porque su esposo prefiere a una aristócrata que es lo más parecido a un caldo limpio que la dieta cetogénica pero que vive en un palacete de esos en los que te recibe un cuadro prerrafaelita en la entrada y un retrato de Vincent Price en el salón principal (anoche soñé que volvía a Manderley) o incluso de que se ha vuelto escritora y ha aceptado una plaza en una universidad madrileña para ganar el Premio Planeta. Yo me lo creo todo ya. ¿Por qué no? Putin nos amenaza con una guerra nuclear, igual Plutón está retrógrado en algún signo siniestro y se viene una leva en masa, como en los tiempos de Napoleon. 


Todo, me lo creo todo. Hasta me creo que el Depor va a ascender. Igual se da el efecto mariposa: el alma reptiliana de la Reina Isabel toma posesión del cuerpo de Kate y el Deportivo de La Coruña asciende por obra y gracia de un esconxuro británico. Todo es posible ya en este mundo sin ley en el que los bares de cuncas son colonizados por pijos de Adidas y Brunch. Oremos, amigos. Todo puede pasar. Hay esperanza. 

La vida conspiracionista es la vida mejor

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