La semana que viene hablaremos...

Escribo esta columna en la jornada de reflexión y me cuentan por el pinganillo que en la columna del domingo no se puede hablar de política ni de políticos por ser día electoral. Mientras reflexiono y siento en mi cerebro miles de mentes reflexionando a su vez como una mente colmena de velutinas ruxe-ruxe-quién-se-llevará-mi-voto en Galicia-A Galiza, pienso en el madrugón que se van a tener que meter los pobres sorteados en la mesa, el presidente, los vocales, los consonantes, los apoderados, los interventores y sobre todo, los políPIIIIII (sonido de censura) que acudirán a depositar su voto a la hora del vermú, a la salida de misa, con resaca, sin resaca, con su pareja o solos (ninguno), a primerita hora o por la tarde (ninguno). 
Pero no puedo hablar de política, así que mi solidaridad con todos los que hoy trabajan en un domingo que por lo menos estará nublado y lluvioso, o eso dice el pronóstico. Lo bonito de la fiesta de la democracia es que al fin nos libramos de coches con megáfonos trasnochados con músicas cada vez menos reconocibles y pegadizas, del buzón lleno de caritas de señores y señoras maqueados y tuneados como modelos de revista, listas con gente conocida en su casa a la hora de comer, horas de televisión que nadie ve con sus actividades amigables y cercanas al pueblo, canastas, goles, petanca, billar, dominó, laconadas, choqueiradas, inauguraciones de naves espaciales, polideportivos, arboledas, aceras, farolas y demás mobiliario, calles cortadas por visitas de gente importante, policías de dos metros y bíceps como centollos (eso tampoco estaba tan mal, reconozcámoslo) y todas las molestas actividades que acompañan a los políPIIIIII en sus momentos de mayor intensidad laboral. 


Pero no puedo hablar de política, me recuerdo, así que me pongo una Estrella y enciendo la tele para ver un campeonato de atletismo que es de lo poco que puedo aguantar en una cadena generalista: el deporte, el concierto de Año Nuevo y Eurovisión. 


Me pregunto si puedo hablar de Eurovisión, pero me han dicho por el pinganillo que no puedo hablar de política. Ahora todo es política, así que no puedo hablar de nada, pero qué diablos que diría el Capitán Haddock, no tengo una columna para censurarme. Eurovisión. Zorra. 


Nunca suelo ver la canción antes del festival, pero el otro día unos amigos me convencieron de sufrir en directo el espectáculo. 


Me decepcionaría si el día de autos no salen los nebulosos vestidos de El Zorro, Don Diego de la Vega, con el disfraz que todos queríamos de niños. Sí, las niñas también nos disfrazábamos de El Zorro. Sorrou. 


El antifaz, el sombrero, el sable, el caballo encabritado, el bigote, la sonrisa burlona de Errol Flynn. Hace años en el cine Riazor fui a ver “Estos Zorros locos, locos” y es lo más parecido que se me antoja a la canción alicantina. Los Vengadores tienen WandaVision y nosotros tenemos Nalgavisión. Salimos ganando, sin duda alguna. Ya veremos en mayo. Yo confío en Don Diego de la Vega. 


No sé si he conseguido sortear el difícil reto de no hablar de política en el día de elecciones. De lo que estoy segura es de que la semana que viene hablaremos del gobierno.

La semana que viene hablaremos...

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