Con o sin mofletes, Clarice

Leo con estupor que la última moda de las influencers y actrices es quitarse los mofletes. La operación se llama bichectomía, se trata de extraer las Bolas de Bichat de la zona centro de la cara para, en vez de tener un aspecto saludable para cualquier abuela gallega, parecer un personaje de pesadilla de Tim Burton. En fin, que te afina el rostro de forma que la momia de Tutankamón y tu carita sean algo parecido. 


Los ojos de susto no solo se te quedan al ver la cuenta de la clínica estética, van unidas al asunto y así tu pareja al verte por las mañanas no sabrá si está en el medio de un ritual egipcio de preservación cadavérica, una película de terror o, si la chica se ha puesto labios vaginales en la boca (otra de las modas de turno, tener boca de culo o boca pudenda) se ha convertido por obra divina en muñeca hinchable. (Dios ya ha dejado de transformar a la gente en estatua de sal, sabe que es mala para la tensión, quién sabe si a partir de ahora nos convertirá a todos en muñecos hinchables inexpresivos y por aquí no sigo que hay mucho pater por ahí deseando la llegada al cielo del mismísimo Papa de Roma).


Luego que si no hay presión para tener un físico estandarizado. Carlos Boyero se ha puesto a ver “True Detective” y ha descubierto con pasmo que Jodie Foster ha envejecido. Ya no es aquella cría en minishort que tanto le gustó en “Taxi Driver”. Tampoco De Niro es aquel joven fibroso y de mirada intensa, es un señor de 80  con sus años llevados de forma natural, como la Foster, pero nadie le dice nada, es un hombre y no se ha quitado los mofletes. ¿Ha envejecido bien? ¿Mal? ¿A alguien le importa? 


Sigue actuando de maravilla, ¿no?, pues adelante, Robert, sal a bailar que lo haces fenomenal. Tú no, Foster, que has creado un papel de una detective amargada, borrachuzas, malhumorada y sagaz, pero sin mechas y sin filtro belleza. ¿Cómo te atreves, Jodie? Eso es cosa de hombres. En la primera temporada de True Detective teníamos dos detectives, uno amargado e intenso que hacía figuritas con las latas de cerveza  que se  bebía y otro que se beneficiaba a todas las señoras menores de 24 años que veía, pechos y culos a tope. Personalmente a mí me había encantado, igual que me ha encantado esta última, con fantasmas, nieve, hielo, científicos locos y hasta un argentino haciendo sándwiches de miga. Pero claro, hay dos mujeres, las dos duras, fuertes y una se lía a puñetazos como si fuera un machirulo cualquiera. Intolerapla.


Nos hemos hartado de ver a detectives borrachos, pendencieros, que estrellan su coche en la nieve hasta arriba de vodka, que disparan antes de preguntar, duros como el sílex, con algo de corazón en el fondo. Feos con rictus, vaso de Bourbon, sin clemencia y sin perdón. 


Pero vaya, una mujer siempre tiene que ir en tacones, mirar como un cachorrito, escribir a máquina y hacer su rutina de cremas aunque esté perdida en un pueblo minero de Alaska. Se ve que Jodie Foster no se ha quitado los mofletes, no le hace falta. A estas alturas no tiene nada que demostrar. 


Si Boyero supiera como acaba Clarice Starling en la novela de Thomas Harris igual le daba una alferecía. O no, mientras siguiera siendo aquella niña en minishort de “Taxi Driver”.

Con o sin mofletes, Clarice

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