Letras, palabras y hombres

El hombre bien pudiera ser piedra, hierba o bestia, y no sería una tragedia, lo digo en atención y respeto a ellas. Podría ser, pero no lo es porque es capaz de narrar su realidad existencial con la claridad suficiente para ser entendida y comprendida por él y sus congéneres. Esencial tarea en cuya ejecución utiliza un preciso y precioso instrumento, el lenguaje.


Sé que sin él no dejaría de ser, porque la vida lo socorrería en la ardua tarea de la supervivencia y que lo haría con eficacia, pero solo en aquello que atañe a los aspectos más básicos que esta demanda. Se comunicaría además, como lo hacen otros seres, con sus semejantes, pero no en la complejidad y belleza que es capaz. Porque el lenguaje nos permite hacerlo, y eso es esencial con aquello que nace y dialoga en nuestro interior, enriqueciendo esa comunicación en todos los sentidos, también el de los silencios.


Entiendo y se entiende que valoro el lenguaje y lo hago sin calificar ni descalificar a ninguno, es más, defendiéndolo sin ambages. Pero, de todos es sabido, hay amores que matan, y uno de ellos es la exaltación nacionalista que de él se hace, utilizándolo no como instrumento de comunicación, sino de aislamiento. Condenándonos al más feroz de los mutismos, ese que nos conduce a ignorarlo en sus múltiples expresiones.


El lenguaje no es cosa nuestra, sino de lo que somos, y solo es importante si conocemos y amamos su importancia, la de comunicarnos. 

Letras, palabras y hombres

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