Iván Prieto (Barco de Valdeorras, Ourense, 1977), licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense y residente en Berlín durante cinco años, tiene una exitosa trayectoria, como lo atestigua el que su obra se encuentre en espacios tan importantes como la Embajada de España en Berlín, el Museum Kloster Asbach de Nassau o el Palace de Utrech, entre otros. La obra que presenta, bajo el título de “Frágilis” tiene por principal protagonista al ser humano, pero interpretada de un modo muy personal y ajena desde luego a la representación realista, para ofrecernos una visión un tanto metafórica en la que busca destacar esos aspectos de debilidad que tienen que ver con el ser humano y, de algún modo, con todo lo que tiene configuración orgánica. De ahí que, a menudo, haga uso de la hibridación y realice piezas, como “Amolachada”, donde la anatomía humana de cintura para arriba se sustenta sobre una inflada base de forma bulbosa. Otro ejemplo de esa doble naturaleza es “Sagitarius”, que, inspirado en el hibrido hombre-caballo del famoso signo, él lo convierte en una figura femenina de color azul turquesa sostenida sobre cuatro patas y unida por su parte trasera a una forma caballar. En otras ocasiones, como en “Inflatable deep blue” o en “Lady cartucheras” el busto de yergue, de cintura para abajo, en un recipiente que recuerda los bidones para guardar líquidos. Establece, pues, vasos comunicantes entre realidades dispares, creando ambigüedades morfológicas y simbiosis entre lo disímil, ofreciendo, de este modo, lecturas abiertas a la imaginación y rompiendo moldes con lo que entendemos como normal. También deja claro que el artista no sólo no está sujeto a los cánones establecidos, sino que, si es verdaderamente libre, debe forjar su propios cánones y dar alas a su creatividad, abriéndose en múltiples direcciones y estableciendo puentes entre las realidades alejadas, para ir más allá de la apariencia. Iván Prieto hace uso de una piadosa ironía (bien gallega, por cierto) para acercarse a las inflaciones del ego humano, lo que él expresa por medio de los orondos e inflados ropajes, como en “Dancer-cirkus”, donde una bailarina de frágil busto se yergue sobre un vestido rojo de voluminosa falda formada por un apilado montón piramidal de encendidos globos; lo mismo podemos decir de la obra “Red Bubbles II” (“Rojo burbujas”) que representa una figura femenina cuyo pequeño torso se alza sobre una enorme falda hecha también de infladas esferas con forma de globos. Otras obras, como “Geométrica III” o “Figurine Y” buscan un estilizado alargamiento y conjugan el torso humano con hechuras piramidales o de forma de estrella. En suma, estas piezas de cerámica refractaria adquieren rasgos que pueden considerarse como transitorios o impostados y que, por lo tanto, están sujetos a las leyes del tiempo y, por lo mismo, a la fragilidad, pero también podemos leerlas como criaturas que emergen de la madre tierra y buscan un sitio especial en el teatro de la vida.