Dos concejales y un futbolista

Escribo la columna el día en el que los Reyes Magos han desafiado el espacio-tiempo con su sortilegio para dejar a niños y mayores todo tipo de regalos, metiéndose en casa a hurtadillas y bebiendo Pacharán para tumbar a un boxeador escocés. Los Reyes Magos se estrenaron en Belén (el postparto de María en el pesebre se alargó por culpa de la insistencia de los pastores xiadeiros y los rumores de la llegada de unos señores exóticos) y cuando llegaron los tres en los camellos, con los pajes (y las pajas, que dirían ahora los periodistas confusos) se creó la leyenda. España es un país imaginativo a pesar de que la imaginación está muy mal vista, o quizás precisamente por eso, así que los Reyes han pasado de ser figuras místicas, astrológicas o los primeros turistas fenómeno fan, a ser un verdadero delirio mediático, controvertido y fascinante.


Como también nos gusta importar los delirios ajenos, todos los años con la llegada de Sus Majestades, llegan los del dedito señalador: habiendo un negro, cómo se os ocurre pintarle la cara a un concejal. Hace años en España había muy poca población negra. El jugador de baloncesto molón, como Chicho Sibilio. El ingeniero americano. La modelo aburrida de la vida anglosajona. En las grandes urbes era algo más normal, pero “en provincias” no lo era. Como la Iglesia, en una de sus ideas de publicidad más inteligentes, decidió que uno de los Reyes tenía que ser negro por aquello de “los paganitos”, la gente se vio obligada a pintarrajear la cara de un lugareño con un corcho quemado para representar al monarca favorito. Todas mis fotos de niña de la infancia con los Reyes son con Baltasar. Como desde temprana edad estaba convencida de que eran los padres, la gracia era intentar averiguar quién estaba detrás del betún. Al poco se te olvidaba porque te traían una muñeca bebé cagona (las odiaba) o una cocinita y yo había pedido un balón de fútbol o los Geyperman. Siempre hubo un desencuentro entre la monarquía y mis deseos infantiles. Al fin acertaron al traerme los libros de Enid Blyton pero esa es ya otra historia. En fin, la cosa es que en habiendo “un negro” lo tienes que secuestrar para que haga de Rey Mago. Si el pobre hombre no quiere da igual, has de convencerlo para que pase horas en una carroza llena de niños disfrazados de paje tirando caramelos y si es en Coruña lo más probable es que te caiga una granizada de esas que duelen. Al final la alineación de los Reyes Magos se compone de un concejal, un futbolista y un negro secuestrado durante media tarde para tirar caramelos. Al menos que el negro sea futbolista, entonces tendremos un futbolista y dos concejales. O al menos que el negro sea concejal, con lo que tendremos tres concejales. En resumen: lo importante es que sea concejal y nos traiga lo que pedimos. Mi fantasía es una cabalgata con dos negros pintados de blanco y un blanco pintado de negro y ninguno concejal. ¿Por qué no? Siempre hemos sido un país muy imaginativo. 

Dos concejales y un futbolista

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