Cartografía de una identidad

Supongo que siempre he sabido que la desterritorialización ha determinado mi pasado y mi presente, condicionando mi manera de estar en este mundo. Si mi padre nació en Verín, ourensano, si a los quince años picaba piedra en Andorra, si luego emigró a Alemania, si regresó a Barcelona, si se enamoró de la mujer que sería mi madre, si ella llegaba a la Ciudad Condal desde su Sevilla natal, si yo nací en la ciudad del mar, en Badalona, si estudié rebasando fronteras, si me casé con un venezolano, si residí en Buenos Aires, si la infancia de mis hijas estará para siempre en la tierra de Cervantes, si regresé al mar, si ahora vivo mirando tres faros. Si he renovado mi pasaporte de pertenencia para quedarme, aunque jamás pierda mi condición de ciudadana flexible.


Supongo que por ello mi mirada descentrada, esa que presta atención a lo diferente, que interroga lo que no es corriente, que siente simpatía instantánea por las personas que viven en tierras que no son las suyas, habitando en otras lenguas. Sucedió este fin de semana, el sábado en Cuatro Caminos, que me colé en un establecimiento especializado en alimentos procedentes de países del este, así rezaba el letrero de la entrada, así lo leí en la mirada radicante del tendero, en la necesidad de vincularse con su entorno y las fuerzas de su desarraigo. Enseguida pensé que bien podía pertenecer al imaginario ficticio de la última novela que acaba de leer, Después del invierno, Premio Herralde de novela en 2014, donde la autora, la mexicana Guadalupe Nettel, traza un retrato ejemplar de la identidad nomádica de nuestros tiempos, y nos interpela acerca de la vulnerabilidad de las personas que están fuera de contexto.


Elabora Nettel, sin quererlo, un ensayo poético de la errancia de hombres y mujeres no a lugar. ¿No es esta la realidad histórica y social actual? ¿La de la globalización de los estilos de vida, la de los flujos migratorios? Es una evidencia social que cada vez son más los individuos que se desplazan y se adaptan sin cesar a nuevas realidades, que vivimos a medio camino entre varias culturas. Un fenómeno que la literatura identifica y narra con naturalidad, con anticipación.


¿Quién no está hoy fuera de contexto? ¿Qué determina nuestra identidad? Si como dice la filósofa Rosi Braidotti es un «inventario de huellas» por territorios en los que el individuo se arraiga a veces de manera transitoria y precaria, siempre con anhelo de pertenencia, siempre con sentimiento de inseguridad.


¿Dónde me reconozco? Mejor en ese refugio que son los libros y la música, allí donde la identidad puede crearse libremente, pero también en la memoria, donde anidan el amor y los recuerdos, que son al mismo tiempo un viaje permanente y una modalidad de pertenencia.

 

Cartografía de una identidad

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