Capta y describe W. Benjamin, con notable lucidez, el horror del Ángel de la Historia, atrapado en la imagen inmóvil del tiempo por mor de «un terrible huracán proveniente del paraíso», ese, afirma, «al que nosotros llamamos progreso». Hago mención a él para llamar la atención sobre una celebración bárbara, la del culto al terror que suponen los constantes homenajes que se vienen celebrando en el País Vasco a los miembros de la organización terrorista de carácter totalitario y racista que es ETA.
En estas celebraciones auspiciadas por la izquierda abertzale cabría distinguir entre quienes acuden porque se sienten corresponsables con los terroristas por afinidad táctica o lazos afectivos y quienes consienten por tacitismo político. Porque solo un ser terrible es capaz de justificar el crimen como medio político en un sistema democrático. Pero sería injusto no preguntarse ¿qué terribles son esos innombrables que los amparan, legitiman y blanquean sin el menor gesto de empatía con el horror y la tragedia que supuso ETA? Ellos no desean, el Ángel sí, «detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado». Ni se lo impide, como al Ángel «el huracán que se enreda en sus alas».
Afirman que su presencia en las instituciones ha propiciado un gobierno de progreso y es ahí donde emerge el Angelus Abertzale, para narrar en el espanto de su estampa la espantosa naturaleza de esa perversa idea de progresismo y progreso.