En el número 1 de la calle Castiñeiras de Abaixo, en A Coruña, hay un supermercado pequeño pero único. No hay música de radiofórmula ni ofertas en neón, aquí está todo planeado para cautivarte y sorprenderte. Llama la atención las estanterías llenas de vodkas ucranianos, rusos, polacos, cervezas muy variadas y panes de centeno legendarios traídos desde Lituania. Se llama Gastrolavka y es, en palabras de su propietario, Brais Pérez, "un manifiesto de autoexpresión”.
La tienda abrió sus puertas en plena pandemia, en un momento donde nada parecía propicio para emprender. “Se abrió para cubrir una necesidad, tanto personal como para la gente que vive aquí. Queríamos traer productos diferentes y rompernos la cabeza para conseguir lo mejor de cada almacén. Todos son importadores españoles, pero los productos vienen de países como Rusia, Ucrania, Georgia, Armenia, Polonia o incluso Kazajistán”, explica Brais.
En Gastrolavka conviven productos tradicionales del mundo eslavo con especialidades del Cáucaso, los Balcanes y parte de Asia Central. Un recorrido por los sabores y las costumbres de las antiguas repúblicas soviéticas, sin salir del centro de A Coruña.
Aunque la esencia de la tienda se mantiene fiel a su propósito original, este último año ha traído alguna novedad. “Hemos cerrado un trato con un importador muy exclusivo de bebidas. Ahora tenemos vinos armenios, georgianos y moldavos de fama internacional, y la verdad es que están teniendo muy buena acogida”, señala Brais.
La clientela que se acerca a Gastrolavka es diversa y los intereses varían. Los españoles, cada vez más presentes entre los compradores habituales, suelen sentirse atraídos por productos como mermeladas, tés, caviares, vodkas, brandis y bebidas calientes o frías. También tienen muy buena acogida los productos lácteos, especialmente el requesón y kéfir polaco, y las mieles artesanas que combinan lo importado con lo local: cada año colaboran con pequeños productores gallegos que encajan con el perfil de la tienda.
En las neveras también esperan pescados ahumados, y joyitas dulces como el PASAKA, un postre lituano con sabor a lujo, o Krówka Wawel, considerado por muchos el caramelo de leche más cremoso del mundo. Incluso hay helado de crème brûlée en barquillo.
Pero lo que más sorprende no es solo lo que se vende, sino el cómo. “Lo que más nos dicen los clientes es que les sorprende la atmósfera que se genera dentro de la tienda. La música, la decoración, el cuidado por el trato… Todo lo que no es producto como tal, pero suma mucho a la experiencia”, explica Brais. Y tiene razón: en Gastrolavka uno se siente más en una tienda de barrio de Riga o Tiflis que en una ciudad del noroeste peninsular. “Queremos ofrecer al público algo más que alimentación. Que descubran un mundo que nos apasiona y que tiene una riqueza cultural enorme”, concluye.