Muchos coruñeses habían pasado la semana adecentando los nichos y colocando flores a sus familiares y personas allegadas para evitar las aglomeraciones del día de Todos los Santos en los cementerios, pero el coincidir con miles de personas en estos espacios fue inevitable para la mayoría. Como cada 1 de noviembre, los vecinos acudieron en masa a honrar a sus fallecidos y, en consecuencia, hubo atascos de tráfico, largas colas para comprar flores y autobuses más llenos de usuarios de lo normal.
El único acto institucional convocado se celebró en San Amaro, en cuyo entorno se movían riadas de gente desde primera hora de la mañana. Tanto es así que además de levantar la persiana en todas las floristerías de la zona bien temprano, se animaron algunos negocios de otro tipo para aprovechar el flujo de potenciales consumidores.
Antes o después de tomar el café de rigor o charlar un rato en la acera con los familiares o vecinos a los que hacía tiempo que no se veía, desde parejas mayores a vecinos que acudieron solos, pasando por familias con niños pequeños (que llenaron los parques) o todos los primos de una gran saga familiar recorrieron las empinadas callejuelas del camposanto con más valor histórico de A Coruña.
Los nichos recibieron coronas de flores, grandes centros o pequeños ramos según su ubicación en la instalación, en la que el movimiento fue constante durante todo el día por todos los accesos.
Sobre aceras y en arcenes
Como viene siendo habitual, esta fecha señalada en el calendario requirió de un refuerzo en varias líneas de autobús. A pesar de haber más transporte público circulando en períodos de tiempo más cortos, todos los conductores llegaban con autocares llenos a las paradas más próximas a los camposantos de San Amaro o Feáns, por ejemplo.
En el más céntrico, la Policía Local se apostó en varios pasos de peatones para intercalar el turno de los viandantes con la circulación de los turismos, que por momentos se agolparon en una larga cola hasta la rotonda ubicada al lado de la antigua Comandancia de Obras.
Aparcar para llevar los ramos de flores o ir a dedicar unas palabras a los finados fue otra odisea que hizo que la calle de Orillamar se llenase de vehículos sobre las aceras y que para cruzar las puertas del cementerio de Feáns algunos visitantes tuviesen que caminar más de un kilómetro, dejando los coches aparcados en los arcenes (en algunos casos casi inexistentes) y complicando mucho el tráfico.
Colas de última hora
A media mañana la dotación de la Policía Local ya había pedido refuerzos para controlar el entorno, pero haciendo la vista gorda en caso de estacionamientos indebidos por las dificultades para encontrar dónde dejar el coche en esta zona de las afueras. Incluso se podían ver vehículos por caminos de monte y a las puertas de la infraestructura se daban cita decenas de personas.
Muchas de ellas no tuvieron más remedio que esperar estoicamente largas colas en los puestos de las floristas, al igual que sucedió en San Amaro y cerca de los otros cuatro cementerios del municipio, que ayer no tuvieron ni un minuto para parar de trabajar.
Algunos de los clientes solo iban a recoger encargos y otros ya habían comprado flores en días previos pero la festividad hizo que muchos rezagados recordasen que debían hacerse con algún adorno floral para dejar en la tumba o tumbas de sus seres queridos. En esta ocasión no solo salieron las flores más tradicionales de Todos los Santos y Difuntos, sino que también tuvieron su oportunidad otras que rompieron con la imagen general de las jardineras.
Pese al carácter más intimista y melancólico de la jornada, también hubo quien se permitió un capricho de esta época como los huesos de santo o los buñuelos que vendieron en las confiterías. Respondiendo a celebraciones más paganas, algunos establecimientos acogieron las últimas fiestas de Samaín o Halloween.