Una casa, una buhardilla y también un instituto

Una casa, una buhardilla y también un instituto
El Ideal Gallego-2016-04-05-036-e27ec06c

El departamento de Artes Plásticas colocó las instantáneas en un tramo de escalera para que camino a clase, los alumnos supieran porqué el instituto donde aprenden ecuaciones se llama María Casares y no de otra forma. En Liáns (Oleiros), la actriz es recordada de lunes a viernes. Los pupilos mastican su etapa de oro, cuando fue musa del existencialismo francés o subió al estrado a recoger el premio Molière por “Hécuba”. El del centro es uno de los tantos gestos que confirman que en esa buhardilla que Carlos Casares levantó en el número 12 de Panaderas para que su ojito derecho se disfrazase y jugase a interpretar papeles, se coció lo que despuntaría años más tarde más traspasados los Pirineos. Poco dada a los reconocimientos públicos, la actriz no acudió a recoger la medalla Castelao en 1990. Lo hizo Fernán Vello en su lugar. Tampoco llegó a la primera edición de los premios de teatro que llevan su nombre. Sin embargo, ella está en todas y cada una de las entregas a través de un busto en forma de jarra que peina su melena. 
Ya en el territorio vecino, son muchas las huellas que dejó. El théâtre National de La Colline, al este de París, bautizó en 1996 una de las salas como María Casares. El que fue codirector con ella, Jorge Lavelli, le rindió así su particular homenaje en un país que fijó en el 2000 su casa de Alloue, donde murió, una parada para los talentos que buscan una residencia donde formarse o los que se quieran acercar a conocer algo más de la que dio “gacias a Francia por ser un paraíso”. 
En la que se conoce ahora como “La maison du comédien”, pasó 37 años alejada del ajetreo de la ciudad. En la actualidad, tratan de inyectarle a los jóvenes intérpretes la misma pasión que Casares tuvo para el teatro. Se plantea como lugar de encuentro para los que como ella se declaran “contrabandistas” de grandes textos. 
La experta en su obra, Sabela Hermida, cuenta que aunque consiguió las distinciones con más caché del mundo teatral como el Premio Nacional de Teatro en Francia en 1990 o la Medalla al Mérito de Bellas Artes en 1888, y a pesar de que a su figura está dedicado el segundo piso de la casa museo Casares Quiroga o los galardones que reconocen las mejores creaciones del país sobre las tablas, María Casares todavía no tiene una calle que la recuerde en su ciudad natal. 
Tampoco un teatro, de ahí que recuperara una de las peticiones que se reivindicaron hace tiempo para convertir el Colón en el María Casares. Explica que el Ateneo Republicano de Galicia pidió  hace unas semanas por escrito a la Diputación el cambio de denominación. Por su parte, la hija predilecta de A Coruña se puede ver en una de las instantáneas de la Fundación Helmut Newton de Berlín, que reúne las mejores instantáneas del australiano que trabajó para “Vogue” y que quiso inmortalizarla con un pose serio a la par que enigmático. 

Una casa, una buhardilla y también un instituto

Te puede interesar