Abrirá una planta dedicada a la nutrición y su laboratorio a los ciudadanos en general

Cuando la Domus se abrió, el público ya venía entrenado. Habían pasado diez años desde que descubrió que uno en un museo puede hacer algo más que contemplar. El director de los Museos Científicos, Marcos Maldonado, recuerda que el concepto interactivo lo importaron de Estados Unidos, donde llevaba dando vueltas desde los años 50. En A Coruña, los visitantes entendieron rápido que los módulos estaban hechos para que ellos se pusieran encima y los manipulasen. Quizá por eso, el edificio que se construyó para enseñar la especie humana por dentro fue el aliciente en 1995. Los espectadores querían más y se lo encontraron pegado al mar. Su directora técnica, Patricia Barciela, que fue testigo de su puesta en escena, destaca las largas colas que rodearon el edificio del japonés Arata Isozaki en los primeros tres meses, donde no se cobró entrada. Después del arranque, de los picos más altos, vino la estabilidad. La Casa del Hombre sufrió la crisis como todos y entendió que la mejor forma de evolucionar era dándole al ciudadano la oportunidad de experimentar la ciencia. Ponerle herramientas de trabajo. 
Además, la tarea más difícil pasó por darle nuevas preguntas al interlocutor porque aquí, como en los otros dos, se cuestiona todo. Así es como el museo prepara la renovación a finales de año de una planta, la baja, dedicada a la nutrición, un tema que la población mira preocupada y que ellos resolverán con módulos interactivos, donde pondrán a bailar a los distintos tipos de alimentos y a la parte dos del discurso, el ejercicio, no tanto los hábitos saludables puestos en fila india, sino como experiencias que llamen la atención. 
Tienen un año por delante para darle forma, “es uno de los ejercicios más bonitos”, dice Barciela. Lo harán en su tono habitual, que es educar a través de la acción y hacer que la ciencia toque el arte y las letras y eduque, a la vez. El futuro del espacio pasa por darle alas al espacio “maker” y al que quiera colaborar con el conocimiento, que podrá formar parte de proyectos europeos que buscan en Italia y Portugal. Por eso también, el laboratorio se abrirá a todo el público, no solo a los estudiantes, dentro de un conjunto de ver y ser donde el penalty es la reina de la pruebas hasta el punto de que ya se llevaron más de un susto con lanzamientos de adultos que se metieron de lleno en el papel de medir su potencia. También el de la pelotita que se mueve con la mente gusta y cada uno, los más divertidos y, por qué no, los menos populares, buscan una interrogante, que es la marca de los científicos con prefijo 981. En el bloque nutritivo, tratarán de derribar mitos y este año cambiarán a la parturienta por otra: “Hay un ofrecimiento, pero el niño todavía no nació”. Su reto es sencillo, hay que provocar la entrada, pero, sobre todo, forzar una segunda con actividades para realizar en familia o solos. Vinculados a los movimientos de ciencia ciudadana. Es precisamente por eso que Maker está pilotado por la asociación BricoLabs, que “se reúne semanalmente”. El año pasado fueron elegidos para participar en el proyecto divulgativo World Biotech Tour y en esa línea quieren seguir. Su perfil, aunque varía, es fundamentalmente familiar y de “parejas de veintipico a los que les atrae la temática”. 

Abrirá una planta dedicada a la nutrición y su laboratorio a los ciudadanos en general

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