Lunes de Pascua. Festa da Magdalena. La más madrugadora del calendario anual y la más antigua de cuantas se celebran en Betanzos. Está documentada en 1551 “pero pode ser que aínda veña de antes”, apuntan desde el Museo das Mariñas. Casi la mitad de un milenio conmemorando extramuros la Resurrección de Jesús.
Lazareto en la Edad Media, Marcelino Etcheverría también escogió este enclave para expandir su negocio de curtidos en 1837. Unas instalaciones que, cien años después de la inauguración de la Fábrica La Magdalena, se convertirán en uno de los once campos de concentración abiertos por Franco en Galicia.
Entre los reclusos, Vicente Ferrer, Premio Príncipe de Asturias da Concordia 1998 o el abuelo del exlehendakari Juan José Ibarretxe. De ahí que A Magdalena sea uno de los barrios con más historia de Betanzos. La más interesante y más implacable de las historias, marcada por un emplazamiento estratégico que condiciona su destino y su expansión, desde su nacimiento de la mano del Hospital de San Lázaro.
“Es verdad que la zona reúne las condiciones elementales de higiene y política sanitaria: aislado (para evitar el contagio), agua corriente (para asearse, lavar la ropa y los enseres, y terrenos para trabajar en común e incluso subsistir”, escribió el sacedote e investigador Manuel Ares en su estudio ‘Santa María Madalena e San Lázaro Extramuros’. Hacia allí expulsan cada años a los ‘malditos’ durante la celebración de la Feira Franca de Betanzos.
De aquella época conserva, entre otras cuestiones, su denominación y la singular imagen de San Lázaro, con señales inequívocas de la enfermedad, que cada Lunes de Pascua admiran cientos de vecinos en el altar con María Magdalena, en medio, y con San Roque. No ha sido menos en este 2025 en que, aunque consternada tras el anuncio de la muerte del papa Francisco, la ciudadanía cumplió con una tradición cinco veces centenaria, comió cacahuetes y bebió mistela, como es costumbre los Lunes de Pascua.
“Gústanos dicir que comemos os cacahuetes porque é o máis parecido ás feridas dos leprosos, ou esa é a versión que lles damos aos nenos”, comentó con simpatía hace unos años el historiador Ángel Arcay, director de la Biblioteca, el Archivo Municipal y el Museo de Betanzos.
Lo cierto es que los más veteranos se inclinan por una interpretación menos imaginativa que vincula esta tradición a la existencia en el barrio de diferentes “adegas de viño do país”, donde siempre había cacahuetes, además de otros manjares típicos de As Mariñas.
También compartieron el contundente ‘Bolo da Madalena’, recuperado ahora por la asociación vecinal pero que nunca dejó de elaborarse en las casas para abrazar La Resurrección. Y es que, como reza el refrán: “Se á Madalena non vou, meu amor, en todo o ano non fago labor”, repiten en Betanzos.