El cambio de postura sobre el Sáhara adoptado unilateralmente por Pedro Sánchez (ni tan siquiera fue una decisión coral de su Gobierno) tenía que haber traído un cambio de relaciones con nuestros vecinos del sur. Sin embargo, tras esa histórica cesión a los intereses de Marruecos y sin contraprestación conocida, todo sigue más o menos dónde se encontraba antes. De hecho, esas discrepancias son las que han obligado a prorrogar el cierre de las fronteras terrestres durante otros quince días. Si a esto le sumamos el monumental cabreo de los argelinos, que amenazan con cortarnos el suministro de gas (después incluso de habernos subido el precio), pues comienza a hacerse muy difícil entender los motivos que llevaron a Sánchez a traicionar a los saharáuis.