Si al pasear por la calle Panaderas algún coruñés se fija en que muchos de los balcones lucen una cantidad considerable de cintas brillantes, por desgracia, no son los restos de ninguna fiesta en la zona, sino que se trata de la última estrategia de los vecinos para paliar uno de los problemas que lleva, desde siempre, atormentando al barrio: las palomas. Estas aves son toda una peste para los vecinos, ya que, entre otras cosas, llenan sus casas de una gran cantidad de plumas y excrementos.
Para intentar ahuyentarlas han colgado en los balcones cintas reflectantes que, además de provocar destellos molestos, parecen ser depredadores cuando el viento las ondea, lo que produce un movimiento que asusta a estos animales.
“El problema solo se resolverá si la gente deja de alimentarlas y se tapan los edificios donde crían”
Sin embargo, Santiago Vázquez, vicepresidente del Grupo Naturalista Hábitat, asegura que estas medidas tan solo son parches que solucionarán el problema de forma temporal: “La verdad es que son animales que aprovechan lo que los humanos les proporcionan. Si hay tantas palomas en la zona seguramente sea porque tienen mucha facilidad para encontrar alimento, por ejemplo si hay gente en la calle que les dé comida, cosa que está prohibida, o también si encuentran lugares donde criar, como edificios abandonados”.
Efectivamente, en Panaderas hay varios pisos vacíos sin tapiar donde se cuelan las palomas para anidar cómodamente. Es el caso del número 52, que hasta no hace mucho acogía a la perfumería Paco Amor. Ahora tan solo es un inmueble ocupado por una gran cantidad de aves que molestan a los desesperados vecinos.
Estos han puesto en práctica otros métodos como el uso de barreras físicas (redes) para evitar que se cuelen en los patios traseros de los edificios o el uso de CDs para, también, provocar destellos.
Vázquez explica que existen sistemas mejores que las cintas para hacer frente a la batalla: “Hay muchos monumentos donde se utilizan barreras de pinchos para evitar que se posen en ellos”. Por otro lado, existen repelentes con los que se pueden rociar los balcones, aunque con el tiempo, o simplemente la lluvia, hace que deje de surtir efecto.
En espacios abiertos también se usan depredadores naturales, como aves rapaces o incluso gaviotas para reducir su población, “pero son medidas que solo funcionarán a corto plazo”, dice el experto, que añade: “El problema solo se resolverá cuando les dejen de proporcionar alimento y tapen los edificios".