Las trece horas en las que a A Coruña se le apagó la luz

La jornada de incertidumbre, emergencias y transistores acabó con final feliz en torno a las dos de la madrugada
Las trece horas en las que a A Coruña se le apagó la luz
El Cantón, con el Banco Pastor y la Fundación Barrié en primer término, a oscuras por el apagón / Quintana

Pasadas las doce y media de la mañana de ayer, las luces se apagaron, los semáforos dejaron de funcionar, los ascensores se pararon y comenzó una jornada que recordaba al inicio de una película apocalíptica.


Lo que muchos pensaron en un primer momento que era un fallo de la electricidad en su hogar o en su barrio, salieron al descansillo o a la calle para comprobar cómo estaba la situación a su alrededor. Pronto empezaron las informaciones que indicaban que el problema era de magnitudes mucho mayores. Llegaban reportes de Madrid, Sevilla, Barcelona... y en medio de la confusión, dos grandes columnas de humo negro se veían desde buena parte de A Coruña. Lo que parecía un incendio en la refinería aumentó aún más la tensión. La respuesta por parte de Repsol fue casi inmediata: “Debido al fallo eléctrico global se han accionado los sistemas de seguridad de antorcha  que están preparados para este tipo de situaciones; por lo que no supone ningún riesgo ni para los empleados, ni para el entorno”.

 

Incomunicados y sin suministros

Pero este no era el único foco de preocupación. Los teléfonos dejaron de dar señal. Contactar con los seres queridos para confirmar que se encontraban bien o avisar a los servicios de emergencias era una tarea titánica. Y el nerviosismo seguía al alza. El porcentaje de las baterías de los móviles iba bajando y de pronto, los transistores a pilas eran uno de los bienes más preciados. Conocer al momento lo que estaba pasando era fundamental para intentar mantener la calma. 

Apagón en A Coruña @Javier Albores (5)
Un supermercado Gadis, a oscuras /Javier Albores

Una hora después del inicio del apagón, los bazares estaban llenos de coruñeses buscando radios, linternas, velas y pilas. La mayoría de los supermercados habían cerrado sus puertas. Después de vivir momentos de caos por el propio apagón, primero, y por la imposibilidad de hacer pagos con tarjeta, después, el paso lógico antes del cierre fue avisar de que solo se admitía metálico. Para entonces muchos coruñeses se habían acordado del kit de emergencia y buscaban conservas, agua y cualquier producto que pudiese servir en caso de crisis prolongada.

La plaza del Humor, llena por la tarde, de gente que se echó a la calle tras el apagón /Quintana
La plaza del Humor, llena por la tarde, de gente que se echó a la calle tras el apagón /Quintana

En otros comercios en los que tampoco se podían cobrar las ventas la opción era echar el cierre, pero no todos pudieron. A los que tenían verja eléctrica les resultó imposible. Algunos, en cambio, optaron por trabajar a medio gas. De hecho, las terrazas de numerosos locales de hostelería estuvieron llenas hasta que la falta de luz solar obligó al desalojo. En muchas mesas, los transistores acompañaban a las consumiciones.


Incidencias

Y es que en A Coruña hubo dos formas muy distintas de enfrentarse a la situación. La de los que se temieron lo peor y la de los que confiaron en que la crisis fuese pasajera y decidieron disfrutar del día soleado. La imagen de los bañistas en la playa con las columnas de humo al fondo y ajenos a las sirenas que sonaban por toda la ciudad es el mejor ejemplo.

Apagon en A Coruña @Quintana (9)
Gente en la playa. Al fondo, el humo de las chimeneas de la refinería /Quintana

Mientras, los Bomberos no paraban de acudir a emergencias. Más de una veintena de personas se habían quedado encerradas en ascensores y las labores de liberación ocuparon varias horas. También tuvieron que ayudar a vecinos, especialmente los de más edad, a subir por las escaleras hasta sus domicilios. A la una de la madrugada, los avisos atendidos rozaba el centenar.

Agentes regulando el tráfico
Agentes regulando el tráfico

El tráfico, en cambio, no sufrió especialmente. A falta de semáforos, la Policía Local había desplegado agentes en los principales cruces de la ciudad y en el resto de calles, las tradicionales normas de circulación servían para mantener el orden. La alcaldesa había hecho un llamamiento para evitar los desplazamientos en vehículos privados que no fuesen estrictamente necesarios. A juzgar por la ocupación de los autobuses urbanos, los coruñeses siguieron su consejo. Algunos, por obligación, al no poder sacar los coches de los garajes.

 

Llegados en coche o a pie, las entradas de los colegios se llenaron de padres antes de la hora habitual de recogida. Algunos, con una angustia que en ningún momento de la jornada habían sentido sus hijos. Los centros escolares eran de los pocos lugares en los que reinaba una aparente normalidad. El servicio de autobús o de comedor funcionaban como cualquier otro día y los profesores acompañaron a los alumnos hasta que todos quedaron en manos de sus familias.

 

A medida que pasaban las horas, fueron llegando con cuentagotas las informaciones de que la energía se iba recuperando en puntos de España como el País Vasco o Andalucía. Cuando se habló de que la luz había vuelto a Ourense, subió enteros la esperanza de que los coruñeses fuesen los siguientes. En cambio, la situación derivó en la incomunicación total. Los teléfonos móviles estaban sin servicio en buena parte de la ciudad y el panorama se ensombrecía a medida que se acercaba la noche. Pasadas las diez, A Coruña se sumió en la oscuridad. Solo los faros de los pocos coches que circulaban iluminaban brevemente las calles. Vacías, a excepción de los policías que se mantenían en sus puestos regulando el tráfico en los puntos con más riesgo y de algún que otro peatón linterna en mano.

Noche (15)
Agentes regulando el tráfico en la plaza de Ourense con la Delegación del Gobierno iluminada /Quintana


En las casas, las velas eran las aliadas para la que se presentaba como una larga noche de insomnio. Hasta que alrededor de la una de la madrugada, literalmente, se hizo la luz. A Zapateira, Cuatro Caminos, Labañou, Riazor, Orzán, Os Castros, Monte Alto... desde cada barrio algún vecino dejaba en las redes sociales registro del regreso del suministro eléctrico. Trece horas de gran apagón terminaban con final feliz.

Las trece horas en las que a A Coruña se le apagó la luz

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