La salud de las tascas de toda la vida no entiende de edades, inflación o crisis

La salud de las tascas de toda la vida no entiende de edades, inflación o crisis
Las cuncas personalizadas están reservadas para los clientes de todos los días. ’ | Javier Alborés

Llevan desgranando la actualidad de A Coruña diariamente y sus disertaciones y análisis harían languidecer a más de un Parlamento. Sin embargo, a diferencia de muchas instituciones, todo se desarrolla bajo la ley suprema de la camaradería. Han resistido el paso de generaciones y las tascas, un patrimonio coruñés, viven ahora una suerte de revival intergeneracional alejado del estereotipo masculino y veterano de tiempos pretéritos. Lo han conseguido sin perder un ápice de su esencia. .


Resulta complicado encontrar un coruñés que no se haya dejado unas cuantas horas de su vida en una, pero en el imaginario colectivo persisten las de siempre. Cercano a la zona del ocio nocturno, en plena calle del Orzán, el Bar Sanín mantiene la misma fotografía desde 1954. Atrás quedaron, por imperativo legal, los tiempos del serrín en el suelo. Todo lo demás es puro encanto y tradición. Da igual la hora del día en la que uno entre, la estampa es semejante: cuncas de vino, barriles para apoyar la jarra y el pincho y los rostros que le dan a la propietaria, Teresa Mosquera, una especie de familia numerosa. Después de más de tres décadas al frente, no tiene ninguna fórmula secreta para explicar el éxito, más allá de la autenticidad. “El secreto será el producto, que es asequible”, afirma.


En tiempos de crisis, el pack de un euro que incluye la taza a 70 céntimos y el pincho, por 30 más es un maná. Eso sí, es consciente de que la juventud parece haber descubierto los sitios a los que algún día acompañaron a sus padres sin poder mojar los labios en Ribeiro. “Los clientes se van incorporando poco a poco, sino estarían todos muertos”, bromea.


Tradición familiar


Que las tascas tienen algo especial lo sabe a la perfección Rosa Ferreiro, que el 7 de febrero de 2017 asumió de nuevo el mando de A Cunquiña, después de que el mismo día de 1956 sus padres abrieran las puertas por primera vez. “Es algo que engancha y mucho, la tasca de toda la vida es la gente del día a día y los taceros son lo más grande que pueda tener un bar: Llueva, truene o haya relámpagos siempre están ahí. Se merecen un monumento”, dice. 

 

“Tenemos clientes entre 18 y 92 años que se juntan; los mayores cuentan y los demás escuchan”, dice Rosa, de A Cunquiña


Considerado en su día un recinto reservado a veteranos y profesionales, hoy resulta una odisea encontrar una mesa libre, que no un sitio. Del renovado hábito de uso nace un compadreo en el que los extraños se convierten en confidentes tras la poción mágica, cuyos precios son exactamente los mismos que en el Sanín. “Tenemos clientes entre 92 y 18 años y se juntan los unos con los otros: Los mayores cuentan sus historias y los demás escuchan”, reconoce. .


Entre los atractivos para el revival de las tascas, Rosa apunta al económico: “Somos también una solución en tiempos de crisis”. No obstante, lo que en principio pudo ser una reinvención acabó por convertirse en devoción. “Creo que es algo social, hay gente mayor que vive sola y baja a algo más que para beber, lo hace para socializar”, matiza. “Se juntan con pandillas de ocho jóvenes y cada uno paga una ronda, pero se trata de estar tiempo hablando con gente que tiene algo interesante que decir, de la necesidad de estar acompañado, porque muchas veces ni siquiera se acaban la taza”, prosigue.


Sala de trofeos


Quizás, alguno de esos jóvenes acabe por pasar al Salón de la Fama que cuelga bajo el televisor: A raíz de la pandemia, cada cliente habitual obtuvo una taza personalizada con algo definitorio de su personalidad.


Los vinos dulces del Priorato o la decana de todas las tascas, la Toquera, son el mejor ejemplo de la buena salud de la que gozan los bares CTV (Coruñés de Toda la Vida). El establecimiento de As Xubias cumple 132 años desde que abrió las puertas en 1890.


Poco o nada se parecen los hábitos, gustos o costumbres de ahora a los de entonces, pero lo que no ha cambiado es el gusto de los coruñeses por los locales donde el tiempo pasa lentamente y las cosas, cuanto menos cambien, mejor. 

La salud de las tascas de toda la vida no entiende de edades, inflación o crisis

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