Reportaje | Cómo enseñar a leer a un robot para hacernos la vida más fácil

Reportaje | Cómo enseñar a leer a un robot para hacernos la vida más fácil
Carlos Gómez, en la puerta del Citic | Patricia G. Fraga

Los premios a los científicos son uno de los reconocimientos con saldo más injusto en la ecuación entre el potencial beneficio en nuestras vidas y la celebridad de sus ganadores. Resulta paradigmático el ejemplo de Carlos Gómez (Murcia, 1982), investigador del Citic (Centro de Investigaciones en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) de la Universidad de A Coruña. Si el pasado mes de septiembre la Unión Europea le consideró merecedor de una beca de 150.000 euros del Consejo Europeo de Investigación, ayer era galardonado con el Premio Nacional de Investigación para Jóvenes de las TIC. 


Nomenclaturas de proyectos y tecnicismos aparte, Gómez ha dejado boquiabiertos a los expertos comunitarios y nacionales por una técnica sobre el llamado procesamiento del lenguaje natural. “Se trata de intentar conseguir que los ordenadores sean capaces de trabajar con el lenguaje humano”, explica. “Comprenderlo, ya sea escrito o hablado, pero también generarlo de forma que puedan comunicarse con nosotros”, añade el investigador, cuyo objetivo concreto pasa por el llamado análisis de sentimientos o minería de opiniones. Lejos de apelar al corazoncito de la máquinas, se trata de escudriñar algo que en ocasiones ni nosotros mismos somos capaces. “Se trata de, a partir de textos, determinar qué opiniones se expresan”, matiza. 


La aplicación práctica
Entre otras aplicaciones, podría considerarse el trabajo de campo de Carlos Gómez una especie de ejército de encuestadores y reclutadores de opinión en una sola CPU y con una velocidad impensable. “Imaginemos una empresa de móviles que saca un producto al mercado: la gente va a opinar en las redes sociales y ponga sus impresiones sobre el producto. A la empresa que ha sacado el producto le va a interesar saber qué opina la gente”, resume. “Con encuestas a usuarios o manualmente es muy costoso y llegas a una cantidad baja de usuarios. Lo que hace el proyecto es leer esos textos y el programa determina cuál es la opinión que se expresa en ellos. Es mucho más rápido, porque los analizadores sintácticos que tenemos son capaces de procesar en un ordenador normal mil oraciones por segundo”, prosigue. 


Sin embargo, enseñar a leer a un ordenador dista mucho, en opinión del investigador del Citic, de hablar de inteligencia o una capacidad de comunicación bilateral a corto plazo. “Ahora mismo tenemos modelos de lenguaje que les permite mantener una conversación y dar el pego dándonos respuestas que parecen coherentes”, advierte. “Esos modelos ahora mismo no sienten lo que estamos diciendo, sino que dicen: “La respuesta que daría un ser humano sería esta”. Son imitadores, no están razonando, sintiendo y expresando. Es difícil saber si se conseguirá alguna vez”, finaliza.  l

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