Hace años que el tramo de acera frente al 131 de la ronda de Outeiro se ha convertido en un problema de convivencia para el barrio, que está harto de ser testigo de los individuos que se reúnen frente a la tienda de ultramarinos. Allí pasan las horas provocando toda clase de molestias, así que la Policía Local ha decidido aumentar la presión sobre ellos. Un agente municipal lo resumió así: “Ellos molestan, nosotros les molestamos”.
Se trata de un asunto difícil de atacar policialmente. Los individuos que se reúnen allí proceden no solo del barrio de Os Mallos, sino de la Sagrada Familia. Su perfil roza muchas veces lo marginal, y se dedican a pasar el tiempo bebiendo frente a la tienda. Algunos trabajan, otros no. El lugar se ha convertido para ellos en un punto de encuentro y es posible descubrirlos allí incluso a altas horas de la noche.
A medida que transcurren las horas, estallan las peleas entre ellos, tiran desperdicios a la entrada del parking subterráneo e intimidan a los transeúntes.
Sea un problema de convivencia o de inseguridad, no hay duda de que es un foco de conflictos. A menudo, la Policía recibe llamadas de vecinos describiendo peleas en las que salen armas, como palos, a relucir. Los negocios más cercanos también se resienten del ambiente que generan estos individuos, muchos de ellos con un largo historial de encontronazos con la autoridad.
El barrio lleva años soportando a este grupo, que genera suciedad y que protagoniza peleas a menudo
Sin embargo, para cuando la Policía hace acto de presencia, o se han esfumado o callan como muertos. Ninguno está dispuesto a denunciar a su agresor, así que rara vez la intervención policial acaban en detenciones. Sin embargo, los mandos están cada vez más cansados de que se produzcan estos incidentes, así que ahora, cuanto les llaman, se impone el cacheo. Todos son puestos contra la pared y registrados concienzudamente.
No es mucho lo que los agentes pueden encontrar en estos cacheos. Quizá algo de droga, o un arma blanca. Lo suficiente para levantar un acta o proponer una sanción, aunque no lo suficiente para un arresto. Pero la idea es que, si persisten en la presión, los sujetos dejarán de estar cómodos en ese lugar.
Si esto ocurriera, quizá los vecinos de esa manzana de la ronda de Outeiro se verían libres de esa presencia tan molesta que han tenido que soportar durante años. Esto no sería más que una solución parcial porque simplemente se desplazarían a otro punto y todo podría volver a empezar, si se cumplen los temores de las autoridades. Pero poco más pueden hacer. “No es un delito estar en la calle”, recuerdan fuentes policiales.