La llegada de refugiados a la ciudad se ha reducido a un goteo

La llegada de refugiados a la ciudad se ha reducido a un goteo
Los refugiados y simpatizantes se manifiestan todas las semanas en María Pita | patricia g. fraga

Después de más de cien días de conflicto, la situación parece haberse normalizado en lo que se refiere al flujo de refugiados a la ciudad. Atrás quedan las imágenes de asociaciones fletando autobuses para dirigirse a la frontera de Polonia con Ucrania para recoger a las personas que escapaban del país en guerra. Según explicó la concejala de Bienestar Social, Yoya Neira. “Sí que estamos notando un descenso importante, seguramente derivado de que ya no vienen autobuses y de una manera informal”.

Lo que ahora están encontrando los servicios sociales municipales es con la llegada mucho más disminuida, pero constante. “Un goteo”, describió Neira. Generalmente, vienen derivados por el Ministerio de Exteriores. Sin embargo, y aunque ahora la situación haya entrado en una fase distinta, para la concejala del área todavía es pronto para sacar conclusiones: “A los cien días, las perspectivas de futuro que tienen estas unidades familiares, que son muy diversas, pero que son fundamentalmente mujeres, que han dejado a gran parte de su familia en Ucrania, es complejo”.

“Lo que es cierto es que existe una mayoría de refugiadas que esperan poder regresar y reencontrarse con sus hijos de 18 años, con sus maridos, con sus padres y sus hermanos y volver a sus hogares”, aclaró Neira. Sin un horizonte temporal que diga cuándo eso será posible, la asistencia social se centra en el día a día. “Nosotros trabajamos para que el tiempo en el que se encuentren en la ciudad estén de la mejor manera posible”, remató.



Protestas


En abril se calculaba en más de 350 el número de refugiados que habían encontrado acogida en A Coruña, según la asociación Aga-Ucraína, la principal entidad que ayuda a sus compatriotas. Dos meses después, esta cifra supera ampliamente los 400 y se manifiestan a menudo en la plaza de María Pita. “La aclimatación en Galicia es muy difícil. Hay que entender la situación en la que vienen: una huida forzada y no planificada, completamente en pánico, con traumas, dejan en muchos casos a sus maridos, a sus padres, a sus abuelos. Es un shock emocional brutal. Y llegan sorprendidos por la acogida que les dispensamos. No entienden por qué les ayudamos”, comenta Madarro.

Pero a los tres o cuatro días, “en lo que piensan es en volver. Se preguntan ¿Por qué esta gente me tiene que ayudar? Y dos o tres semanas después, los ves más cómodos, resignados, y poco a poco van pensando en trabajar y a enviar a sus hijos al colegio o a guarderías” dice un familiar. Es un proceso muy duro y unos lo asumen peor y otros mejor. 

La llegada de refugiados a la ciudad se ha reducido a un goteo

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