Un equipo de espeleólogos cataloga más de 200 furnas entre A Coruña y Arteixo

El proyecto para topografiar todas las oquedades de la costa surgió de forma espontánea durante la pandemia
Un equipo de espeleólogos cataloga más de 200 furnas entre A Coruña y Arteixo
Los espeleólgos inspeccionan una furna | Javier Corominas

Los coruñeses están acostumbrados a recorrer la costa. Para los habitantes de una ciudad situada en una península, es algo habitual seguir sus recovecos, conocer las playas y peñas que la componen y contra las que baten las olas. Pero aun así, la costa herculina guarda muchos secretos que solo conocen os percebeiros, los pescadores, y los espeleólogos. Un grupo de estos últimos, formado por varios clubes, se ha propuesto catalogar no solo las furnas de A Coruña, sino las de Arteixo. Llevan más de cuatro años embarcados en esta aventura, y puede que tarden aun dos más en completar la aventura. “En total, son 234”, señala Fernando Pérez Sampedro.


Cuando se declaró la pandemia, y las posteriores restricciones a los desplazamientos, los espeleólogos discurrieron qué podían hacer en espacios naturales. “Quizá nunca habríamos prestado atención al tema de las furnas si no nos hubiéramos visto obligados”, reconoce Pérez Sampedro. Pero lo que se les ocurrió es que podrían hacer el primer inventario de todas las furnas que existen en todo ese tramo de la costa. Podría decirse que encontraron un filón. La costa coruñesa está agujereada por estas cuevas, que desaparecen al subir la marea. “Para ello, tuvimos que recorrer a pie, y siempre que la marea lo permita, todo el litoral de la costa y luego haciendo los planos”, explica Xurxo Lorenzo, su compañero. 

 

Mapa furnas ENIL torre
 


Él ya tenía experiencia en este ámbito, puesto que en 2000 topografió las furnas de la playa de las Catedrales, en Ribadeo, antes incluso de que se hiciera famosa. Allí el océano castiga a las piedras provocando una erosión constante en los arcos que  las mareas desgastan día a día. Pero en A Coruña tienen un hueso más duro de roer. “Aquí es casi todo granito y cuarzo”, recuerda Lorenzo. 


Pese a todo, durante cientos de miles de años se han formado toda clase de oquedades, y contarlas todas en un catálogo es un verdadero reto. Para conseguirlo, los espeleólogos decidieron formar el interclub Furneiros, que agrupa tres clubes de espeleólogos: O Rei Centolo, de Mondoñedo, el Cetra de Vigo, y por supuestos, el GES Ártabros, de A Coruña, que son los que participan en este proyecto novedoso.  
Para que se pueda catalogar una de estas cavidades marinas como una verdadera furna tiene que tener cinco metros de profundidad como mínimo. “Pero lo que estamos registrando son todos los agujeros a partir de dos metros, los que protegerían a una persona si viniera un temporal”, matiza Pérez Sampedro. 


Sin apoyo económico 

Los ‘furneiros’ realizan esta actividad por amor al arte. Es decir, que no reciben apoyo económico por parte de ninguna institución, como Demarcación de Costas o la Consellería do Mar. Eso explica por qué llevan casi cinco años recorriendo la costa: deben hacerlo en su tiempo libre. Además, tiene que coincidir que la marea esté baja, que sea de día, y que el tiempo sea bueno. “En invierno las rocas están húmedas, y si hay oleaje o no baja lo suficiente la marea, tampoco se puede”. Todos estos factores son la causa de que al cabo de año puedan hacer entre diez y quince expediciones. Solo hacer el plano de una única furna exige toda una jornada, y la ventana de oportunidad que se abre con la marea apenas dura un par de horas, desde una hora antes de la marea alta, hasta una hora después. Si la furna está expuesta a los golpes de mar, como las que se encuentran en los alrededores de la Torre de Hércules, la expedición se complica aún más.  


Es por eso que el proyecto se ha alargado cinco años. En junio de 2020, Lorenzo topografió la furna do Galo, la más celebre de todo Arteixo, donde se cuenta que un pescador dejó caer un gallo dentro y este salió por una fuente a dos kilómetros, lugar que pasó a llamarse O Galo. Luego le tocó el tuno a la furna do Pirata, en A Coruña, donde se decía que se reunían intelectuales durante la Dictadura. Esas cuevas sembradas con sal son terreno abonado para las leyendas.

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