La historia se repitió cuando a Elena García Esteban le dijeron que su marido tenía alzhéimer. Su madre había padecido la misma enfermedad y ella había sido su única cuidadora. No tenía más hermanos, así que asumió la carga de las decisiones y su atención. Aunque asegura que la situación es muy distinta, no fue fácil para ella recibir este diagnóstico: “Cuando te dan esa noticia, empieza un duelo en la familia. Por lo menos, así lo veo yo, porque no sabes nunca cómo va ser, si va a ir muy rápido o no”.
Pero desde que Elena decidió llevar a Fernando a la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer de A Coruña (Afaco), su situación mejoró notablemente. “Para mí, fue lo mejor que pude hacer con mi marido. Él sale muy contento, está tranquilo, es una persona muy agradable en el trato, es cariñoso… Y, aunque hay cosas que yo le veo en el día a día, desde luego que he notado que ha tenido un parón en su enfermedad”, asegura. Pero la asociación también le ha ayudado a ella: “De Afaco solo puedo hablar maravillas. Encuentro en ellas una relación como si fueran mis amigas con las que puedo hablar de todo. Hay unos profesionales maravillosos que están muy atentos para que estemos todos bien”.
El caso de Fernando pilló “por sorpresa” a su familia. “Empezamos a darnos cuenta por detalles, sobre todo Laura, mi hija pequeña que es la que convivía con nosotros”, cuenta Elena. Pero hubo un día en concreto en el que saltaron todas las alarmas: “Él nunca dejaba su coche y un día, cuando fuimos al gimnasio, le dije que me llevase al supermercado que estaba al lado. Y me ofreció las llaves, cosa que en su vida había hecho. Se lo conté a mi hija mayor y ya me dijo que eso ya era señal de que se había desorientado y no sabía salir del sitio”, recuerda. Decidieron entonces llevarlo a la neuróloga, que tras darle una medicación que no le hizo efecto, le diagnosticó demencia tipo alzhéimer a los 75 años.
Pero por los cálculos de la médica, Fernando pasó unos seis años “disimulando su enfermedad”. “Él es una persona muy lista, muy tranquilo. Disimuló todo cuanto pudo”, asegura Elena. La vida de esta familia cambió por completo en ese momento. “Yo me dedico en cuerpo y alma a él y sus hijas están también muy pendientes de él. Pero yo me quedé sin mi pareja. Cuando se lo detectaron, íbamos a celebrar las bodas de oro –que las celebramos igualmente–. Todo lo hacíamos juntos y, de repente, veo que todas las cosas que él hacía las tengo que hacer yo”, explica.
La carga que asumen las familias cuando hay un paciente de alzhéimer es muy grande y, por ello, cuidarse y buscar tiempo para uno mismo es muy importante. Elena García aprovecha los momentos en los que Fernando va a Afaco para hacer recados, tomar un café con las amigas o ir a ver a sus hijas. Pero Elena también va a los talleres que organiza Afaco pensados para los que acompañan: “Siempre están preocupados de cómo estamos, de que nos cuidemos y nos dan muchas pautas para seguir”.
También Fernando aprovecha el tiempo y realiza todo tipo de actividades y terapias: pádel adaptado, gimnasia, lee el periódico, canta, hace manualidades... “Están toda la mañana sin parar”, asegura Elena García, que ve muy importante el apoyo emocional que su marido recibe en Afaco. Por ello, recomienda a todas las personas en su situación acercarse a la asociación, que este 2025 cumple treinta años.