Para la persona que se sienta a disfrutar en la terraza de su bar favorito, seguramente lo último que le importa es qué tipo de plumífero es el que acecha para picotearle la comida. Sin embargo, en A Coruña, aunque algunas se dejan ver más que otras, no siempre es el mismo tipo de paloma el que decide fastidiar el terraceo de los ciudadanos.
Según el vicepresidente del Grupo Naturalista Hábitat, Santiago Vázquez, la especie más común es la de la paloma doméstica, una derivación de la bravía. Antiguamente estas vivían en colonias silvestres en lugares como acantilados o cuevas de la costa de Dexo. Sin embargo, desde hace 20 o 30 años, estas colonias desaparecieron debido a que se fueron cruzando con las domésticas y, por lo menos en A Coruña, ya no quedan bravías puras.
Son fáciles de distinguir porque el gris de su cuerpo es mucho más claro que el de la cabeza. El pico y el cuello también son muy oscuros y los ojos de un color rojizo. Para quien todavía no las distinga, es esa especie que atormenta a muchos vecinos porque crían en el interior de edificios abandonados, lo que llena esas zonas de una gran cantidad de aves y, consecuentemente, de excrementos. Es el caso de Panaderas, donde los vecinos han colgado en los balcones cintas reflectantes para intentar espantarlas, aunque sin mucho éxito.
Por otro lado, se encuentra la torcaz, la más grande y pesada, la XXL de las palomas. Solían habitar zonas agrícolas o periurbanas, pero en las últimas décadas han colonizado muchas ciudades, como A Coruña. Cada vez se ven más ejemplares porque, al ser una zona urbana, cuenta con menos depredadores. Además, les resulta muy fácil adaptarse al entorno por lo sencillo que se vuelve conseguir refugio y alimento, ya que hay mucha gente (principalmente de una edad avanzada) que, aunque esté prohibido, siempre les proporciona comida. Se distinguen de las domésticas en que sus ojos son de un amarillo pálido y que en el cuello se les dibuja una mancha blanca.
Otras especies son la tórtola turca y europea, las más pequeñas y estilizadas que se pueden ver en la zona. Las turcas llegaron desde el este de Europa debido a una expansión natural que empezó en los años cincuenta. Pasaron por Alemania y Francia hasta que hace unas décadas también se instalaron en la ciudad herculina.
La tórtola europea es migratoria. Pasa los inviernos en África sobrevolando elefantes y regresa a Europa con la primavera. Pero cada vez se ven menos debido al abandono que sufre el entorno rural y a que está permitida su caza. Destaca por su espalda marrón y alas con lunares.
La tórtola europea es la especie más bonita, con lunares en la espalda, pero cada vez se ven menos porque su caza está permitida
Por último, Vázquez menciona la paloma zurita, pero cada vez es más raro encontrarla en Galicia. Se parece a la torcaz, pero es más pequeña y de ojos negros. Viven en zonas mediterráneas, pero el año pasado se vio una en Oleiros.
Todas estas especies nunca se mezclan entre sí. A menos que haya algún viejecito lanzando cereales a diestro y siniestro en el parque, lo que las une por el alimento sin importar la raza.