El humo de la historia

Gabriel Rufián, portavoz de ERC, uno de los costaleros de Pedro Sánchez, ha acusado al Gobierno de vender humo con el proyecto de ley de Memoria Democrática y su presunta disposición a reabrir procesos judiciales sobre los crímenes del franquismo, hasta ahora frenados por los tribunales en aplicación de la Ley de Amnistía de 1977. Y, sobre todo, en aplicación del artículo 9 de la Constitución, cuyo punto 3 proclama la “irretroactividad” de las normas legales que perjudiquen los derechos individuales de un reo. Por tanto, tiene razón Rufián. Y lo mejor que nos puede pasar a todos es que el humo se desvanezca cuanto antes con el rechazo a esa ley, si es que pretende ir más allá de reconocer y honrar a las víctimas del franquismo, incluidas las ayudas a los familiares, por ejemplo, en su legítima aspiración a rescatar los restos de sus seres queridos enterrados de aquella manera en fosas comunes o al borde de las carreteras.


El futuro del proyecto es hoy por hoy bastante incierto, pues solo cuenta con los 155 escaños de la coalición (PSOE-UP). A la derecha del PSOE, la unanimidad es clamorosa. Edmundo Bal, portavoz de Ciudadanos, habla de “disparate político y jurídico” y el PP, por boca del diputado Pablo Montesinos, ha acusado a Sánchez de volver a utilizar “el comodín de Franco” para salir de un apuro.


A la izquierda, el galimatías es considerable, empezando por las propias discrepancias en el seno de la coalición y en el propio seno del PSOE, donde Javier Lamba, presidente aragonés, no se anda por las ramas: “Atacar la Ley de Amnistía de 1977 es atacar la transición”. Y tiene toda la razón, si tenemos en cuenta que aquella ley, celebrada en su día por los demócratas confabulados para poner fin a la dictadura franquista, forma parte del pacto constitucional para conseguirlo.


Por eso digo que lo mejor que podía pasarle a este proyecto de ley es acabar en el sumidero de aguas fecales del Congreso. Algo no descartable a la vista de las dificultades del Gobierno para sacarla adelante en la votación final, con sus absurdas enmiendas sobre la desaparición de la figura del Rey, la declaración de “ilegalidad” de un régimen felizmente desaparecido, la derogación de la Ley de Amnistía o la imprescriptibilidad de los crímenes franquistas, etc.


Y cuando digo que son “absurdas” no me refiero a su contenido, discutible en todo caso, sino al hecho de querer imponerlo desde una ley ordinaria a leyes penales y principios jurídicos de mayor cuantía en el derecho nacional e internacional. Además, es una cabriola tonta presumir de antifranquismo cuarenta y seis años después de la muerte de Franco. Totalmente naif. Diría lo mismo de quienes se declaran anticomunistas a estas alturas.

El humo de la historia

Te puede interesar