Uso político de las lenguas

Las lenguas, el castellano como lengua oficial del estado y el gallego, catalán y vasco como lenguas oficiales en estas comunidades, son una fuente de riqueza y España debe asegurar su pervivencia y prosperidad que no pasan por la imposición forzada por intereses políticos. Viene esto a cuento de tres embestidas de los nacionalismos contra el castellano para, supuestamente, potenciar los idiomas vernáculos.


La primera es el cerco del Govern al castellano en las universidades catalanas. La Consejería de Universidades de la Generalitat solicitó a los campus un informe sobre el idioma que emplean los profesores en clase y unos comisarios lingüísticos “señalarán” a los que utilizan el español.


La segunda proviene de Baleares donde el gobierno de la comunidad persigue a los médicos por no atender a los pacientes en catalán. Una facultativa que lleva siete años en la isla atendió a una paciente catalanoparlante en castellano y fue denunciada y expedientada “por falta de respeto a los mallorquines”.


El tercer embate es la iniciativa de Junts de usar las lenguas cooficiales en el Senado, que harán extensiva a la actividad del Congreso con el apoyo de los nacionalismos periféricos.


Las lenguas, todas las lenguas, son el gran patrimonio de España, hablarlas y protegerlas es un derecho y un deber de todos. Pero el problema de España no son las lenguas, sino el uso político que se hace de ellas. Lo que ocurre en las universidades catalanas, en la sanidad balear y con la pretensión de hacer un Senado y Congreso plurilingües responde más a la cruzada de los nacionalismos para estigmatizar el uso del castellano, que al intento de impulsar y potenciar los idiomas vernáculos.


Además de ser un atentado a la libertad de cátedra, ¿alguien piensa que se potencia el catalán en la universidad impidiendo el uso del castellano? Más allá del sectarismo de los pirados, una pregunta a los pacientes de Baleares: ¿prefieren que el médico les hablen en catalán o que sea competente en el diagnóstico y tratamiento de su enfermedad?


Por último, utilizar todas las lenguas en el Senado y en el Congreso, al margen del coste que supone, encaja en el género del esperpento, del teatro de lo absurdo o del ridículo elevado a categoría política. Va a ser divertido ver como sus señorías se “entienden” en las Cámaras, traducción simultánea mediante, y verlos después en la cafetería hablando en castellano, el idioma común que entienden todos.


Son formas del sectarismo maniqueo y tribal de los perseguidores del castellano. La falta de luces que preside el particularismo nacionalista nubla sus mentes y les impide saber que una lengua ni se impone, ni se erradica por la fuerza.

Uso político de las lenguas

Te puede interesar