Resulta que el derecho a la libertad de expresión no solo se aplica a los políticos que se dicen de todo en las sesiones parlamentarias o que lideran escraches contra miembros de partidos rivales. También vale cuando el autor de los comentarios es un periodista. Y como lo que se juzga no es el buen gusto o lo herido que se pueda sentir el blanco de las críticas, el Supremo acaba de absolver a Jiménez Losantos por llamar, entre otras cosas, “matona” y “novia del amo” a Irene Montero. Se ve que el jarabe democrático que recetan a los demás Pablo Iglesias y su pareja a ellos se les atraganta.