Balas y bulos en campaña

Ya solo nos faltaban las balas en campaña. Esas balas de fusil Cetme que han sido enviadas por algún loco energúmeno al ministro del Interior, a la directora general de la Guardia Civil y al candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid y ex vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias.


La trifulca se montó este viernes cuando, en un debate a cinco -la presidenta de la CAM, Díaz Ayuso, no piensa concurrir a más debates tras el ya realizado en Telemadrid, que dicen que ganó--, la candidata de Vox, Rocío Monasterio, se permitió dudar de la veracidad de las balas enviadas a Iglesias. Porque, aseveró, de él no se cree nada de lo que diga. Indignado, el aún líder de Podemos se levantó y se marchó, sin querer hacerse la ‘foto de familia’ con sus otros rivales, y sugiriendo que se pensará muy mucho si concurrir a otros actos en los que esté Monasterio. Luego, los también candidatos Gabilondo y Mónica García igualmente se marcharon, como reproche a la entiendo que inaceptable actitud de Vox. ¿Balas, bulos?


Verá usted: yo no tengo por qué dudar de que a Iglesias le hayan enviado esas balas -que también han recibido el señor Marlaska y doña María Gámez--, ni creo que la señora Monasterio tenga ningún fundamento para alentar dudas al respecto. Me parece, en principio, grave aventar bulos y que una campaña electoral se desarrolle en medio de estas descalificaciones y acusaciones en principio gratuitas: si la candidata de Vox tiene pruebas de que Iglesias miente en este feo asunto de las balas, que las muestre; si no, que calle. Y ahora, que pida disculpas en lugar de lanzar bravatas como ese grito dirigido a Iglesias cuando él ya se levantaba para irse: “pues lárguese”.


Otra cosa es, una vez expresada por mi parte esta condena, que el candidato de Unidas Podemos, a quien las encuestas como aspirante y como político favorecen poco, pueda o no aprovechar este aberrante asunto de las balas para disparar, verbalmente, claro, contra quienes piensan que sería bueno que se retirase de la política, y algo he oído ya de eso. Lo siento, pero identificar a quienes tal creen con el loco que anda por ahí enviando amenazadoras cartas-bala me parecería también un exceso propio quizá del personaje siempre excesivo, valga la redundancia, que es Pablo Iglesias. Confío en que no caiga en esa tentación.


Porque hay muchos demócratas, e incluso gentes de izquierda, que me consta que creen que la trayectoria política de Iglesias está terminada y, además, les parece positivo que esto sea así para una mejor marcha democrática del país. Nada que ver estas opiniones, lamento que sea necesario decirlo, con las balas ni con violencia alguna, faltaría más: hay que condenar toda acción no pacífica, sea este estúpido envío o los escraches, a veces tan agitados, contra los mítines de cualquier candidato.


Pero, eso sí, hay que admitir que al señor Iglesias, a quien en las encuestas le va casi tan pésimamente como a la candidata de Vox, podría ser que no le viniese mal, o eso cree, un poco de ruido. Ni a ella tampoco: los extremos han vuelto a tocarse en la escandalera. Que dejen transcurrir la campaña en paz --y ahora me refiero exclusivamente a la candidata de Vox-- y que no nos cuenten más bolas, digo bulos, utilizando lo de las balas.

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