Ingenuidad y fraternidad

En los departamentos de calidad se ponen a prueba la funcionalidad y durabilidad de los productos que más tarde nos proveen de lo necesario y también de lo innecesario; cuanto más rigurosos sean los métodos de comprobación, mayor ha de ser ese tercer elemento de los cuatro que lo harán merecedor de nuestra confianza, me refiero a la fiabilidad. Si un objeto aúna estas tres cualidades y es además barato, o cuando menos asequible, el éxito está garantizado.


Este esencial proceso de producción es válido, por tanto, para todo producto que busque hacerse un hueco en nuestro universo de objetos útiles e inútiles. Hasta aquí todo se antoja correcto, pero la calidad no tiene por qué ser siempre el primer elemento de un instrumento capaz de dar respuesta a nuestras necesidades y, curiosamente, ese fenómeno se da con mayor frecuencia en aquellas que son vitales para nuestro correcto desarrollo individual y social. Podría poner infinidad de ejemplos de humanas necesidades socorridas por elementos imperfectos: el amor, las habilidades artísticas, las divinas… Son muchas más que el espacio de 1.400 caracteres de que dispongo. Y no todas atañen al solo individuo sino que hay algunas que nos reclaman en el conjunto. Pongo por ejemplo la democracia, ella tampoco se puede medir por parámetros de calidad sino de ingenuidad; cuanto más ingenua sea, más perfecta y capaz de atendernos en la esencial necesidad de la fraternidad.

Ingenuidad y fraternidad

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