Toda España es una gigantesca casa de apuestas

or fin, el nuevo curso político ha comenzado. O quizá este sea el fin del antiguo curso –se dicen y hacen las mismas cosas que antes de las vacaciones– para dar el pistoletazo de salida hacia esas elecciones que probablemente ni Pedro Sánchez sabe a estas alturas si se van a producir o no. Se muestra optimista el presidente, y supongo que lo mismo hará cuando, este martes, nos presente a los ciudadanos esas medidas que son un programa de Gobierno, del futuro Ejecutivo que estará, con bastante certeza, presidido por Sánchez, llegue o no llegue a un acuerdo ahora con Unidas Podemos.
Las casas de apuestas hacen su agosto acerca de si habrá o no elecciones. Toda España es una gigantesca apuesta: en esto hemos derivado, en un juego de azar en el que la ciudadanía, que se expresa apenas en las encuestas y algo en lo que reflejan los medios de comunicación, no tiene arte ni parte. Un par de personajes es el dueño de nuestro futuro: dos personajes incompatibles entre ellos y condenados a entenderse, si no ahora en noviembre, o a desaparecer alguno de ellos del horizonte político.
Porque lo que hoy dicen las encuestas, con las variaciones propias de estos estudios que no son infalibles, es: el PSOE ganaría de nuevo, pero no con la mayoría suficiente; Podemos descendería algo, muy poco, y podría sustanciar, con los ‘indepes’, la base para formar un nuevo ‘Gobierno como el de la moción de censura’; el PP sube algo, pero no lo suficiente, porque Ciudadanos baja mucho y Vox, algo. Lo cual no excluye un giro sustancial en esa veleta, en esa bola de la ruleta, que es la opinión pública. Porque de aquí a noviembre van a pasar muchas cosas, en Cataluña y fuera de Cataluña, en Europa y en el mundo.
Y todas esas cosas, si se gestionan bien, pueden consolidar el voto decidido; si mal, pueden provocar un vuelco en el ánimo del electorado. Hoy, Sánchez navega con viento a favor en el mar de sus trescientas propuestas; a Iglesias, minimizado hasta el desprecio por Sánchez, no le acaba de ir mal en el su papel de víctima; a Casado le va bastante bien con su nuevo ‘look’ y con la compañía de Díaz Ayuso, que es la superación definitiva de la vieja imagen fraguista, aznarista, rajoyista, del PP; a Ciudadanos le han fallado la táctica y las estrategias, y a punto está de que le falle el líder, como no cambie el rumbo en muchos sentidos; Vox, que se modera ocasionalmente y ya es aceptado con normalidad en los cenáculos políticos, no acaba de encontrar su discurso ni un talante simpático.
Luego está, claro, la muy despistada, desnortada, desconcertada, sociedad civil. Que es muy capaz de cambiar la orientación de la veleta en un par de días.
Y con estos mimbres hemos comenzado un curso en el que nadie, pero nadie, ve luz al final del túnel. Así que hagan sus apuestas, señores, sobre cuál es el camino que nos conducirá más rápido al precipicio. Salvo que la veleta quiera otra cosa, desde luego. 

Toda España es una gigantesca casa de apuestas

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