RICOS E IMPUESTOS

Allá por el mes de agosto del año pasado Warren Buffet, el tercer hombre más rico de Estados Unidos, sorprendía al mundo occidental con un artículo titulado “Dejad de mimar a los super ricos” en el que urgía al gobierno de su país a aplicar una subida de impuestos a las grandes fortunas para ayudar a reducir el elevado déficit del Estado en este momento de crisis.

Los porcentajes fiscales que se aplican deben elevarse, decía Buffet, porque es injusto que un trabajador de a pié pague más impuestos que un rico. “El año pasado pagué solo el 17,4 por cien en impuestos, un porcentaje inferior al que tuvieron que pagar los 20 empleados de mi oficina, cuyo rango abarcó entre el 33 y el 41 por cien”.

La amnistía fiscal repugna a la ortodoxia económica, premia al defraudador y al delito y es un insulto al contribuyente honrado que cumple con sus obligaciones

 

Ignoro si este multimillonario experimentó un repentino ataque de solidaridad, pero lo cierto es que estamos ante un raro ejemplar dentro de la gente adinerada. Al menos por aquí, jamás se ha escuchado a un rico pedir al Gobierno que les suba los impuestos para aportar más a las arcas del Estado. Es más, todos los ricos han conseguido que su carga impositiva sea muy llevadera gracias a una legislación favorable que permite “declaraciones creativas” y unos cuantos, en porcentaje no determinado, no tributan por una evasión fiscal clamorosa que los mecanismos del Estado no son capaces de detectar y perseguir.

Para recuperar algo de la inmensa bolsa de fraude, el Gobierno acaba de decretar amnistía fiscal, un mecanismo que ya utilizaron Boyer y Solchaga en 1984 y 1991. Espera el Gobierno que retornen y afloren 25.000 millones de los 40.000 que se estima duermen en paraísos fiscales y en suelo patrio debajo de los colchones para recaudar en torno a los 2.500 millones y equilibrar la partida de ingresos en los Presupuestos.

Decía el ministro que es una “medida extraordinaria” esta de la amnistía, pero es una medida poco edificante que vuelve a demostrar el fracaso del Gobierno en la persecución de la fuga de capitales, el dinero negro y el fraude fiscal.

En fin, que la doctrina Buffet de subir impuestos a los ricos aquí es recurrente, pero como divertimento académico. Los ricos evaden lo que pueden y los políticos cuando están en la oposición reclaman para los adinerados el aumento de la carga impositiva que no establecieron cuando estaban en el Gobierno. Y cuando gobiernan decretan y justifican una amnistía fiscal que repugna a la ortodoxia económica, premia al defraudador y al delito y es un insulto al contribuyente honrado que cumple con sus obligaciones fiscales. Una vergüenza, pero es el país que tenemos.

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