Las jornadas que recientemente se han celebrado en A Coruña en torno a Picasso nos han regalado curiosas reflexiones, como las que ponía en pie Carlos Reigosa cuando señalaba el fracaso de la relación entre Picasso y A Coruña, que se reivindica tarde y merced sobre todo a Ángel Padín. Se trata, pues, de recuperar la memoria del Picasso coruñés, de la importancia de sus maestros: Román Navarro, Brocos y de las personas que lo trataron, como Tenreiro, Souto, Seoane, Colmeiro o Cela, al que le ilustró un libro.
Antonio d’Olano, que era un cazador de mitos, consiguió hacerse con su amistad, gracias a Luis Miguel Dominguín, y –según Reigosa– divertía enormemente a Picasso, aunque nunca consiguió llevar allí ninguna autoridad coruñesa, el único al que pudo presentarle fue al cantante Juan Pardo. La importancia enorme de los cuatro años coruñeses es reconocida por el propio Picasso, pues es aquí donde nace como pintor y donde, con 13 años, realiza sus primeras exposiciones, concretamente el 21 de febrero de 1895.
“La Voz de Galicia” da cuenta de esta muestra y, al día siguiente “El Diario de Galicia” lo saluda como un futuro valor, aunque –claro– sin poder comprender aún el destino brillante que le esperaba. Las obras expuestas eran “El hombre de la gorra”, “Retrato de viejo” y “Vieja campesina”, todas ellas dentro de su interés de entonces por los desheredados y personajes populares. Su cuadro más significativo de esa época es “La muchacha de los pies descalzos” que, curiosamente, no estuvo en esta exposición y la tesis de Ventureira es porque quizá la pintura aún estaba fresca.
Un detalle curioso – en apariencia nimio- sobre esta obra es saber sobre que se sienta la protagonista y, al parecer, se trata de una borriqueta de las usadas en la escuela para posar; esto es idea de la profesora García Trillo, que salvó una del desguace, cuando la antigua Escuela de Artes y Oficios de la plaza de Pontevedra fue sustituida por la actual; ello confirmaría que todas las obras de entonces las hizo en las aulas, en una clase para alumnos avanzados, y bajo la tutela de su padre.
Sobre la identidad de la modelo hay varias versiones: la de Olano es que era una pescadora, pero también había niñas dedicadas al servicio doméstico que, según C. Arenal, iban con los pies descalzos; otra opinión es que se trataba de la sirvienta de la familia Costales. R. Ventureira apunta que pudo conocerla en la rebotica del Gumersindo Pardo Reguera, ya que era amigo de su hijo mayor; allí acudían personalidades como Vaamonde y Tetamancy. Pardo Reguera era también pintor y hay un cuadro suyo de 1984, con una modelo que se parece mucho a la de Picasso. Sea lo que fuere, hoy es una obra inmortal y, desde luego, su primer tributo al universo femenino y su primera obra maestra.