Suicidios

Ya no tengo fuerzas para seguir luchando. Creo que ha llegado el momento de terminar con esta angustia permanente. Soy creyente y a pesar de todo ya no puedo más, son demasiados años de fracaso tras fracaso. Me lo dice una mujer joven, separada, con un hijo a cargo, en paro y sin prestaciones. Ahora sabe que en pocos meses se puede quedar en la calle por no poder afrontar el pago del alquiler.      

Pensé en dejarme llevar por la rabia y la impotencia. Acelerar el vehículo y empotrarme contra un muro. Deseo terminar con esta incertidumbre, este sin vivir y acabar con el sufrimiento. Estas reflexiones son de otra persona que perdió varias propiedades y está a punto de quedarse en la calle. Percibe unos 426 euros mensuales, gracias a la “limosna” que le conceden los representantes de la ciudadanía. 

Es una mujer de familia monoparental, tiene al cuidado una niña menor de edad. Tenía trabajo cuando solicitó un préstamo para poder comprarse un piso en el que vivir con su hija. Ahora las cosas dieron un giro de 180 grados. Hoy está en situación de desempleo y con los 426 euros apenas puede pagar la vivienda, si quiere comer. La entidad financiera ya le tiene preparada una ejecución hipotecaria y el mundo se desmorona a sus pies. Lleva algún tiempo pensando en quitarse de delante y que la niña se quede al cuidado de su abuela. 

Podríamos seguir reflejando decenas de casos de familias y personas que, en algún momento de su vida, han pensado en el suicidio como consecuencia de la falta de trabajo,  de las dificultades económicas o de las deudas contraídas de buena fe. Por eso no nos extraña que la tasa de suicidios creciese en Galicia, en los últimos tiempos. Ahora queda tomar, por parte de quien corresponda, principalmente de las autoridades sanitarias, las medidas oportunas para que las tasas de suicidios no sigan aumentando. La prevención puede ser el mejor antídoto.

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