No soy un adicto a este tipo de conciertos. He disfrutado de las actuaciones de Amizades y también, por casualidad, de la coral polifónica de El Eco. Y para ver a La Trova Coruñesa acudí a la presentación de su disco “Nuevo aire”. Y allí me planté. Con mi “costilla”. No lo tenía muy claro, pero acabé haciendo número en el Centro Sociocultural NCG.
Su repertorio estuvo compuesto básicamente por boleros con toques cubanos. Tuve la paciencia de contar sus canciones. Fueron 18. La última, a petición del respetable. Mi sorpresa fue mayúscula. Fue una experiencia extraordinaria que no dudaré en repetir. Su música, su ritmo, sus diferentes interpretaciones, me causaron una emoción extraña, dulce y de enorme melancolía que me trasladaron a una época ya pasada, vivida y disfrutada, que nunca quisiera olvidar. Hay pasión en sus intérpretes. Es una música que no te deja indiferente. Como las intervenciones de sus solistas.
La interpretación de “Ghost” (entre otras) por parte de Malvis, resultó genial y sorprendente por el gusto que le aporta este gran pregonero de la música acompañado de su guitarra. Nieves, de verde esperanza, es la que da alegría, salero y ritmo al grupo. Tiene tablas y personalidad sobre el escenario. Gloria me sorprendió. Mucho y para bien. Vestida de negro y con una aparente timidez compartiendo coro, pareció salirse del guion. Su interpretación en solitario fue impresionante. Gloria esconde una voz primorosa que debe prodigar más. Para beneficio propio, para el grupo y, sobre todo, para el espectador, que supo valorar esta genial voz, dedicándole una de las ovaciones de la noche. Eché de menos, al menos ese día, un dueto entre Gloria y Nieves. Tiene que ser maravilloso escucharlas. Y Jose. Entre tanta magia musical y personal, su actuación es clave.
El resto del grupo, los señoritos y quienes no lo son, también aportan su parte de mérito en esta segunda aventura discográfica. Y por último, y dicho con todo el respeto del mundo, el negrito Tony, un cubano que nació con la música, compatibiliza este “hobby” dando clases en la Escuela Municipal. Sus gestos cómplices hacia sus compañeros de escenario y sus alusiones a la conexión de su tierra, Cuba, con Galicia, originan entrañables sensaciones. Pero me queda una duda: ¿Es verdad que el cantinero de Cuba bebe aguardiente para olvidar? Seguro que algún día conoceré la respuesta.