Un nuevo rol para María

El Centro Dramático Nacional estrenó una “delicatessen” en el Rosalía –ciclo principal, dos funciones con llenos absolutos– que conmovieron nuestros mejores y más hondos sentimientos. Agustí Villaronga dirige y adapta el entrañable mito donde asienta gran parte de la cultura europea, “El testamento de María”, do Colm Tóibin. Un haz de sensaciones ardientes para anegar los espíritus tan necesitados de reflexión y cordura. Cooperan al intento dramático el telón alzado, la escenografía con anaqueles, escalera, puerta, mesas, brocal de pozo, música, iluminación, vestuario y sonido.
María de Nazareth escarba en la proyección femenina de las madres a quienes les robaron sus hijos las guerras. Valor divino de lo humano. O rechazo de una no cristiana hacia el poder religioso judío y su ausencia de libertades y tolerancia. También respecto a los discípulos de su hijo, entre ellos quienes escriben y comentan su vida como si fuesen neoplatónicos informando de Sócrates. Una madre desnaturalizada del rol suyo tradicional. Que no comprende los sufrimientos infligidos a su hijo. Que compra una estatuilla de Artemis para adorar mientras vive “Protegida” en Éfeso. Confluencia de Tomás de Aquino y su teología con la filosofía pagana de Arístoteles... Y la protagonista sale al paso de cuantos pretenden manejarla y cuenta como de verdad sucedió todo. ‘’.Excepcionales referencias a la resurreción de Lázaro, la transformación de agua en vino en Caná y las vibraciones de los clavos que sujetarían a Jesús en la cruz. Y el miedo. Un terror que le empuja a huir del hijo-pleno do blancura suave y luminosa-por culpa de una divinidad redentora intemporal que nos salvará a todos...
Blanca Portillo da monólogo eficaz y creíble. Aldeana que se alza desde sus raíces para combatir un destino impuesto por seres de otra galaxia. Poética, dulce, lírica, ponderada deambula por la escena acompañada de fantasmas y negaciones ante un público que la adora.

Un nuevo rol para María

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