Mientras Mariano contaba que España creció un 0,3% el último trimestre y que el año próximo será mejor, aquí cerraban otras 43 empresas y seguían llenándose los comedores sociales. Las grandes cifras del Gobierno las niega la actualidad: en el último trimestre se destruyeron 175.000 empleos.
Mientras los empresarios españoles contaban sus ganancias a los yanquis, aquí se conocían las cifras de sus beneficios basados, sobre todo, en el empobrecimiento de los trabajadores. A esto Rajoy le llamó “fortalecimiento de nuestras empresas, lo que demuestra la confianza de los mercados”. Traducimos: los mercaderes, gracias a la reforma laboral en la “China de Europa”.
El verdadero filón está aquí. En un país devaluado, en almoneda. Lo curioso es que la prensa norteamericana lleva a las páginas interiores la visita del presidente español y, además, también dedica artículos sobre “la rebelión ciudadana en Burgos”, “la crisis familiar española” o “el retorno de los emigrantes a sus países de origen”. Marca España, vamos. Y, además, lo del paro. Pero, como todos los políticos que quieren una foto en el despacho oval, Mariano se traga el tirón de orejas sobre el paro, no le pide explicaciones por el reciente espionaje sufrido por los españoles o pide cuentas por el caso Couso.
Saca pecho allí y, aquí, anuncia subidas de impuestos, rebajas en servicios y pide fe y confianza en sus planes que se basan en ofrecer, a cambio de rebajar el desempleo, trabajo parcial y temporal. Con un mercado laboral que expulsa a los mayores de 50 años (que con el tiempo van perdiendo todo tipo de ayudas) y sin otro porvenir para los jóvenes como no sea la emigración. ¿Qué futuro nos espera? De ahí la respuesta ciudadana: en la calle, como en Burgos, Melilla y Ferrol, por citar tres de los últimos ejemplos y en las encuestas, pues el PP pierde trece puntos en estimación de voto respecto a su resultado en las generales de 2011.
No quiere enterarse de la diferencia entre medir el pulso de la economía en el parqué de la Bolsa o meter la vara medir en el mercado de San Agustín. ¿Arde la calle? Es la respuesta a las políticas que han llenado de miseria el país; restando derechos a los ciudadanos y robándoles la esperanza. Es lo que pasa cuando alguien usa dos varas de medir.