Soy una mujer. Independiente. Autónoma. Tomo decisiones a diario. Cuido de mí. A veces cometo errores. Y los afronto. Elijo mis batallas. Peleo por lo que quiero. Vivo mi vida. Como cualquier persona. Un (mal) día me dijeron que no puedo elegir. Hablaron de protección mientras firmaban la fórmula para quitarme la libertad. Convencidos en su soberbia de que esa libertad era suya. Hicieron un delito de lo que debe ser una opción, orgullosos de un plan tan indignante como increíble en un mundo de igualdad. Donde los derechos no entienden de sexo. Donde tener un hijo no es una imposición.
De pronto mi voluntad no existe más allá de la puerta de casa. Ciudadana de segunda. Sin más voz que los gritos de protesta con los que respondo al ataque a mi dignidad. A ese papel de sumisa que me imponen sin que les tiemble el pulso. Como el maltratador que va minando el espíritu de su víctima con el menosprecio constante, me dijeron que no soy dueña de mi cuerpo o de mi futuro. Jugaron con las palabras para disimular su vergonzosa creencia de que no merezco decidir sobre mi vida y se reservaron para sí como privilegio lo que es en realidad un derecho que solo me pertenece a mí. Perpetraron un abuso de poder disfrazado de falso respeto a la maternidad. Porque poco respeto muestra quien convierte una elección en una orden. En un castigo.
Redujeron mi esencia como mujer a la idea de una incubadora humana. Mero instrumento al que niegan la opción de escoger su camino. Obligada a un destino tantas veces cruel y que tendré que afrontar sin la ayuda de quienes me empujan a él.
Ellos solo protegen la posibilidad, no la realidad que tiene hambre, frío o está enferma. En su irresponsabilidad, me sentenciaron al desamparo con la excusa del amor a los no nacidos.
La hipocresía de anteponer el derecho a la vida que aún no ha comenzado al de la que ya existe. La mía. Condenada a la aberración de estar anulada como persona. Para ellos no cuento. No tengo valor. Soy esclava de mi condición femenina por deseo de los mismos que dicen luchar contra las injusticias.
Soy una mujer. Somos muchas. No renunciamos a nuestros derechos como personas. A nuestra capacidad para decidir. Somos fuertes. Valientes. Y capaces. No permitimos que nos traten sin el respeto que merecemos. No somos víctimas. No lo seremos.