Cuando aún persisten los ecos de la tragedia ocurrida en el Madrid Arena con motivo de la fiesta de Halloween, cae en mis manos un estudio donde se describen detalles peregrinos de cómo culturas tan diferentes a la española tratan de educar a sus hijos con la importancia y riesgo que ello supone.
Las mamás francesas presumen, entre otras cosas, de envejecer con más elegancia que las del resto del mundo. También se jactan de tener a los hijos más educados, los que menos molestan, los que duermen más y mejor, no gritan, no lloriquean… Evidentemente, los padres “de la France” no son perfectos, pero tienen algunos secretos que funcionan. Su fórmula mágica es el sentido común: disciplina, establecer límites y no ceder a las rabietas o enternecerse con las lágrimas de sus pequeños. Y sobre todo, aprender a esperar y cultivar su paciencia.
En cuanto a las madres chinas, tienen otras prioridades. Según su estricta doctrina, los niños no pueden ver la televisión, jugar al ordenador o participar en fiestas u obras de teatro en el colegio. Además, entre otras exigencias, una buena madre china le exigirá a su hij@ sobresaliente en cada asignatura. Un notable es considerado un drama familiar. Se explica también que las familias occidentales se preocupan más por la autoestima de los niños que por su esfuerzo personal. Y para más “inri” no aspiran a caerles bien a sus hij@s, sino a prepararlos para un mundo cruel.
¿Y en España qué hacemos? ¿Aceptamos la disciplina china o los modales franceses? ¿Niños competitivos y ambiciosos o chavalitos dormilones? Es difícil juzgar a los padres. Hay que ponerse en su papel porque no existe una única vara de medir el éxito o el fracaso de la educación. Sin embargo, entre tantos dimes y diretes, se da la razón a los chinos y su fe en la disciplina. Los españoles nos acercamos más al modelo estadounidense; más permisivo y menos disciplinario.
Tampoco el rendimiento escolar de nuestros cachorrillos alcanza la media de los países desarrollados. Pero cuidado con generalizar. Educar a un hijo es el trabajo más personal del mundo. Y decidir no es fácil.