Dicen que bendita sea la rama que al tronco sale. Sirve el adagio para el periodista coruñés, afincado en Madrid, Jesús Mariñas. Siempre que le es posible introduce en sus crónicas efemérides y recuerdos de su Coruña del alma, de su familia y de su paso por El Ideal Gallego. Así, en una crónica reciente de su sección “De todo corazón” se refirió a su abuelo Lino Pérez, “un empresario coruñés y un avanzado para su tiempo, ya que llevó hasta su modernista pabellón lo mejor del cuplé desde Raquel a La Goya”.
Se refiere al pabellón coruñés que luego ardió. La labor de su avispado abuelo se recoge en la “Guía de los cines de Galicia” que editó la Fundación Barrié. Dice Mariñas de su abuelo que tenía olfato para el negocio de la frivolidad y que fue el primero que proyectó cine en La Coruña. Ubica el pabellón Lino: detrás del Kiosco Alfonso, “otra joya modernista de las muchas que existen en mi ciudad”, dice el Mariñas, bautizado en la iglesia de San Nicolás. Habla de las galerías de la Marina y del antiguo edificio de “La Voz”; se refiere al también coruñés Manolo Rivas. Recuerda Mariñas el debut de La Chelito en el pabellón, “quien fue –dice– la dueña y creadora del madrileño teatro Muñoz Seca”. Y explica: era en La Coruña el día del estreno, una parte del público estaba inquieto y solicitaba que cante “la pulga”, luego revivida por Sara Montiel, y mi abuelo sólo supo contestarles “cultura por favor, que hay mujeres en la sala”.
También se refiere a su tía, casada con Alejandro Pueyo, el editor de las primeras novelas por folletines que se publicaron semanalmente en España, y decía Mariñas que su tía se compró unos pendientes de enormes brillantes con las ganancias dejadas por La Chelito y La Goya. También habla del joven actor Rivas, hijo de Manolo y del también actor coruñés Mario Casas y no olvida a otra eximia coruñesa: María Casares.
Termina diciendo que en “Jamón, jamón” Javier Bardem ya estaba loco por Penélope Cruz y ella ni lo miraba. Jugosa crónica de Mariñas. Le faltó un detalle. Su abuelo Lino tuvo que salir al escenario a calmar a las masas, furibundas porque no salía a cantar la cupletista de turno, un espectador grito: “¡Que baile Lino, que baile Lino!”. Y éste respondió: “¡Que baile la p… de tu madre!”, así se escribe la historia.