La orden del capitán general de Galicia en 1666 para la incorporación a filas

El 29 de febrero de 1666, en Pontevedra, se emite una orden del capitán general del Reino, Íñigo Melchor Fernández de Velasco, duque de Frías y condestable de Castilla, en la cual se inserta:

“Por cuanto los tercios de Infantería de este ejército que se forman en las provincias del Reino, de los naturales de él, que si bien, por pilas de bautismo se hallan con muy corto número de gente respecto del que deben tener por las fugas que han hecho los soldados y muertos que ha habido. Conviniendo al servicio de su majestad atender a la mayor consideración de la experiencia, he resuelto: Para que, en los tercios haya la gente que corresponde a su dotación, vaya el sargento mayor, Hesidoro de Mesa, a las provincias  de La Coruña y Betanzos y reclute en La Coruña 345 soldados, que faltan al del maestre de campo, Gabriel González, según las relaciones de los capitanes y oficiales que se han entregado y para mejor y más breve cumplimiento ejecutará”. 

El escrito también señala que se debía hacer notoria esta orden a la cabeza de provincia para que sus capitulares queden “ávidos de entender en las reclutas por haberse experimentado cuando concurrían con los sargentos, con razón, se dilataba el cumplimiento del servicio  de su majestad y se les embaraza en la ejecución”. 

Sobre los fugitivos
Además, propugna “que los soldados que vinieran de la fuga se hará diligencia”, para que sean hallados y no pudiendo consignarse se pasará a compeler sus haciendas y las de sus padres con todo rigor. Así, se permitiría que la justicia hiciese nueva nominación sin que preceda esta diligencia “y de lo que aportare los bienes”. “Se pondrá soldado en lugar del fugitivo de toda satisfacción hasta que aparezca el causante y si los bienes muebles que deban venderse, se acabare en este caso, se ha de pasar a nombre de otro”, señala la orden. Por los soldados muertos, continúa el escrito del general, también se nombrarán otros y el que fue elegido se habrá de considerar la misma orden que declara el capitán antecedente. 

Las numeraciones las han de hacer las justicias ordinarias o numeradores a quién toca, “las personas aquellas no entrarán para este efecto si hubiera alguna contraorden en su tablilla y jurisdicción o feligresía, sobre el repartimiento de los pelones, se le notifique que dentro de 10 días acudan a mí sus dichos procuradores a dar su razón al dicho sargento mayor”.  

En la orden también se refiere a los requisitos que deben establecerse para los soldados, que tenían que ser solteros y “de serena disposición al cuerpo”. También se hace referencia a que debían ser los más hábiles para el manejo de las armas “a satisfacción del dicho sargento mayor”, procurando que fuesen de esa vecindad y con “caudal” para que se excusasen “valerse de los pobres que en cualquier competencia que se haga en escrutinios, o no, entre las provincias, lo remitan a donde me hallan dado cuenta de los motivos que a cada uno asiste para que me mande reconocimiento de la que fuese más conveniente”. Al respecto, advierte el duque de Frías que en ningún caso se han de admitir soldados casados. La orden indica que los soldados que sean de la milicia de frontera, irán vestidos de paño y con el aseo necesario como se acostumbra sin permitir que llevasen saya los de “buxel”. 

Vestimenta obligada
“Ordeno al dicho maestre de campo que por ningún modo permita a dichas justicias y nominadores  a quién toca, concreten el vestido a dinero sino que preferentemente se le deban de dar en especie de vestido que les es dado durar todo el año y porque sea reconocido, luego, que llegan a la frontera, que en las villas, lugares y feligresías de ellas se publique este capítulo y así los pelones, como los fiadores y demás personas interesadas tengan entendido que el vestido les a de servir todo el año y que no se les a de acudir otra cosa para el reparo de él”, señala al respecto de las vestimentas, para añadir que dicho maestre de campo apremiará a todas las feligresías a que paguen sus deudas a los soldados de su tercio por las cuentas del vestido que se les da cada año.

Esta orden de Íñigo Melchor Fernández de Velasco tiene su origen en la guerra mantenida contra el Reino de Portugal. El duque ocupó el cargo de capitán general de Galicia de 1665 a 1666 y en su desempeño, ante la gravedad de la ofensiva militar portuguesa en el suelo gallego, se organizó a su orden en Santiago el segundo Batallón Literario, con el fin de contener el avance de las tropas portuguesas sobre la orilla del Miño, entre Goián y A Guarda, teniendo esta fuerza recién constituida una destacada actuación desde su llegada al frente de Goián en 1665. 

Saqueo portugués
Los portugueses se valieron en 1666 de ambas cabezas de puente, saqueando los pueblos de O Rosal y las aldeas de Gondomar, siendo contenidos por las fuerzas del condestable. Mientras, en la frontera de Ourense con Tras-Os-Montes, las tropas portuguesas del Conde San Juan saquearon el pueblo de A Mezquita en lo que venían a ser los últimos combates de la guerra con Portugal en la frontera de Galicia.

Las consecuencias de este conflicto fueron que al tomar posesión el nuevo capitán general, Diego Melchor Rodríguez de Velasco y Tovar, en 1667, en su mandato se abordaron las obras del proyecto de fortificación de La Coruña, cuya línea va desde la Ciudad Alta, hasta la antigua fortaleza de la Pragueira, compuesta a base de dos baluartes centrales y tres cortinas. Este proyecto, junto con otras mejoras defensivas de la plaza, no llegaron a realizarse. 

Al ocupar su despacho se produjeron varias intrigas en el seno de la corte portuguesa, que hicieron caer en desgracia a Castelo Mellor en 1667, viéndose obligado a refugiarse en Londres, lo que aceleró el tratado de paz entre Portugal y España y con ello se solucionó el litigio que se mantenía por medio de las armas en suelo de Galicia.