Hace más o menos un año decidimos darle al salón eso que en las revistas de decoración se llama “un aire nuevo” o “una nueva oportunidad”. El fin era, por un lado, renovar una estética un tanto oscura para pasar al blanco luminoso y, a la vez, arreglar unos pequeños y maravillosos desperfectos producidos por los efectos propios de la vida en un hogar normal.
Así que nos sumamos a la tendencia DIY, siglas que se corresponden a la expresión “do it yourself” o “hazlo tú mismo”. Según esta opción las cosas que uno mismo realiza tienen un encanto especial, original, y a la vez se aporta un valor personal obteniéndose un resultado único e irrepetible.
Ardua tarea
Al principio pensábamos que pintar unos muebles ya descatalogados de Ikea fabricados en una madera de color marrón intenso en un tono blanco tiza iba a ser fácil, algo así como coser y cantar, pero nada más lejos de la realidad. Investigamos un poco sobre los usos y herramientas necesarias para pintar en Chalk Paint y fuimos directos a por el material. Preparamos con ilusión las piezas y desmotamos puertas y estanterías. Ya esa primera parte del proceso nos llevó más tiempo del esperado, luego vendría preparar los suelos y calcular si contábamos con todo lo necesario.
Al dar el primer brochazo sobre uno de los tablones nos dimos cuenta de que algo fallaba, el resultado no era el esperado y esa pintura que según los tutoriales se agarraría al material como una especie de garrapata, no se comportó como tal. Al final, tras muchas horas y preguntas a expertos en la materia, el resultado fue bueno, nuestro salón está blanco y en orden y lo pasamos bien, pero sacamos muchas conclusiones de la experiencia.
Carmen María Martínez Conde | martinezcondecarmen@gmail.com
La primera, es importante empezar un proyecto con ilusión y animarse a intentarlo, pero indudablemente para determinadas tareas también se debe contar con la profesionalidad del que sabe y se ha formado para tal tarea. Confiar en el profesional y saber a quién acudir forma parte de este proceso. No todos sabemos de todo.
La segunda, como en la vida, las arrugas y las cicatrices son esos renglones sobre los que se escribe nuestra biografía. Intentar borrar esas marcas es como tratar de arrancar todas las flores del campo: sería triste quedarse sin ellas y, además, es imposible llevarlo a cabo. Esa marca que hizo un niño pequeño con sus primeros juguetes sobre la madera o un rastro de un primer dibujo hecho a escondidas son pruebas de que las paredes de nuestras casas albergan alegría y vida, historias que contar y ser recordadas.
Buena formación
Y por último, hay que tener siempre en cuenta y dar valor a la importancia de una buena formación. Estas últimas semanas en las que se han abierto las puertas de las aulas de colegios, universidades y centros de formación deberíamos darnos cuenta de que el estudio y práctica de conocimientos es uno de los pilares básicos de nuestro mundo, incluso con más fuerza ahora, en la que la transmisión del saber va a la velocidad de la luz.
En todos esos lugares se va a transmitir ese saber del que todos vamos a depender. Por eso, qué tarea tan importante es animar a los estudiantes que este curso empiezan o vuelven a cargar sus mochilas a que formen parte activa de ese proceso de aprendizaje, de mostrarles que su buen hacer y estudio constante va a llevarles a ser buenos profesionales y, por eso, a ser útiles para la sociedad.
También qué importante es para nosotros tenerlos en cuenta y pedir su ayuda cuando los necesitemos, a todos y cada uno de ellos, y valorar todo ese tiempo que han invertido previamente en aprender lo que saben.