El hombre que arrojó ácido a tres niños vive amenazado por los presos de Teixeiro

El hombre que arrojó ácido a tres niños vive amenazado por los presos de Teixeiro
Ucha, durante su traslado a prisión, se introduce en el furgón escoltado por la Guardia Civil quintana

  Agustín Ucha, el autor confeso de la agresión con agua fuerte –una solución de ácido clorhídrico– a tres niños y a dos adultos el 27 febrero en una parada de autobuses de Juan Flórez, lleva desde que comenzó el mes en prisión provisional comunicada y sin fianza por cinco delitos de lesiones agravadas, y durante todo este tiempo ha estado bajo una “protección especial” tras saberse que varios presos planean agredirle. La razón es que Ucha había confundido a sus víctimas con los hijos del juez José Antonio Vázquez Taín, que le envió a la cárcel en 2007 y Taín es una figura bastante popular entre la población reclusa, porque se le considera un magistrado “comprensivo y cercano” con los acusados, a los que da un buen trato y que no suele imponer fuertes condenas excepto en los casos más graves.

Ha sido necesario restringirle las salidas al patio para que no se encuentre con reclusos

 

La buena impresión que deja en la población reclusa la benevolencia de Taín se ha transformado en irritación al saberse que sus hijos eran los objetivos verdaderos de la agresión, y no ayudó en ese sentido las declaraciones del propio Ucha, que llegó a anunciar a la jueza de instrucción que pretendía “volver a por él” en cuanto saliera de prisión. Los reclusos dan más importancia a estas palabras que el propio juez, que al respecto se limitó a señalar que “hai que vivir, e eu penso que non hai maior desprecio que non dar aprecio”.

De todos modos, la agresión misma combinada con el agravante de la amenaza de reincidencia podría mantener fuera de la calle a Ucha. La acusación particular calcula que la condena total podría suponer hasta 20 o 25 años de cárcel y lo cierto es que el agresor reconoció que no espera salir de prisión en una larga temporada. Para asegurarse de que esa larga estancia no se interrumpa de forma dramática, las autoridades de Teixeiro han ingresado a Ucha en el módulo de tercer grado, donde se encuentran los presos de más confianza a los que queda muy poco para salir de prisión y que en algunos casos ya solo acuden al centro a pernoctar. De esta manera, se evitan las agresiones porque los internos no se arriesgan a demorar su puesta en libertad por una agresión. A Ucha también se le han restringido las horas de patio, para evitar que se encuentre con otros reclusos que simpaticen con Taín.

 

Ojo por ojo > El hecho, además, de que el agresor hubiera decidido ejecutar su venganza sobre los hijos del juez y no sobre él, ha contribuido a hacerle muy impopular entre los demás internos, que saben que dos niños resultaron afectados por las quemaduras del líquido corrosivo. A muchos de ellos, según fuentes consultadas, les gustaría aplicar la misma filosofía del ojo por ojo por la que se rigió Ucha para arrojar agua fuerte a los niños, según confesó en el juzgado de instrucción número 1, antes de partir a prisión: “Yo aplico la ley de Talión”.

De momento, y a sus sesenta años de edad, el estado de salud de Ucha es bueno, y ha pasado varios exámenes médicos que se le han realizado en el Complejo Hospitalario Universitario, donde ha sido trasladado desde prisión en más de una ocasión. Parte de estas pruebas son psiquiátricas porque las especiales características del suceso hicieron pensar que el agresor padece algún tipo de trastorno psíquico o que quizá sufrió una crisis pasajera que le nubló su conciencia, a pesar de que en ninguna de sus anteriores condenas se le apreció ninguna anomalía psíquica. Durante la toma de declaraciones previa a su ingreso en prisión se mostró coherente e incluso arrogante al responder a las preguntas que se le hicieron.

Y es que, para Ucha, la cárcel no es ninguna novedad. El agresor tiene en su haber una larga lista de antecedentes que lo llevaron a prisión. Su expediente comienza en 1998 e incluye condenas que abarcan el maltrato, el allanamiento de morada, los robos, las lesiones y las infracciones de tráfico. Es un largo historial que incluye también a su madre, con la que mantuvo también desencuentros, y que lo aleja bastante de la imagen que quiso dar su defensor, Fernando Veiga Corredoira, que subraya el arrepentimiento del imputado por el mal causado y asegura que el hombre únicamente quería “llamar la atención”.

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