La receta de la risa para ahorrar en medicinas: una taza, una tetera y diez “bombas sexuales”

La receta de la risa para ahorrar en medicinas: una taza, una tetera y diez “bombas sexuales”
Las alumnas aprenden la coreografía de “soy una taza, una tetera” para enseñarla a los nietos patricia g. fraga

El arte de la carcajada, insólito últimamente, salió a relucir ayer como lo hace cada miércoles desde hace un par de semanas en pleno centro de la Ciudad Vieja. Porque el barrio también se merece recuperar una risa que carga las pilas de las inquilinas de la residencia de ancianos La Ciudad, gestionada por Geriatros. El complejo apuesta este año porque sus residentes envejezcan activamente a fuerza de divertirse con una actividad relativamente novedosa en este ámbito, la risoterapia.

las alumnas avisan de que “si cambian de profesora” no irÁn a clase porque se adapta a todas

Son las propias alumnas de Adelaida Pittaluga las que piden disfrutar de estos talleres que las distraen más que cualquier otra. Carmen, Pilar, Mercedes, Digna –y así hasta diez– no paran de moverse, bromear y reírse en toda la clase y demuestran ser puro nervio a pesar de que “la media de edad es de 82 años”.

La mayor sopló ya las 97 velas y ahí está, bailando al son de “La Bomba” de King África sin parar y sin escatimar en movimientos sexys, al igual que se menean las demás. Otra de las que no puede faltar en el repertorio es el Danza Kuduro, pero la petición estrella de todas –para luego interpretársela a los nietos– es convertirse en “una taza, una tetera, un cucharón...”.

“Hacemos juegos lúdicos, pero también practicamos                la memoria”, explica la monitora

Son de lo que más les gusta a las chicas, todas chicas, porque o los hombres no se atreven a reírse de uno mismo y lanzarse a bailar o como dice el terremoto de la clase: “Es que no les gustamos y se borraron”. Pero esa hora entre amigas también da para “hablar de cosas picarescas”, que ayer se guardaron en el tintero para cuando no haya intrusos escuchando sus confesiones.

Aunque las risas están presentes durante los 60 minutos de risoterapia, la monitora no solo busca arrancar una sonrisa sino anclar la memoria al suelo para que no se vaya perdiendo.

“Hacemos juegos lúdicos, algo teatral porque vengo de ese mundo, cantamos, bailamos pero también practicamos memoria y coordinación”, cuenta Adelaida Pittaluga, que es inseparable de las residentes, que en el caso de este centro son totalmente independientes y lo mismo salen que entran de su casa en la Ciudad Vieja. La cercanía y el darse afecto también es importante cada miércoles porque muchas lo agradecen y, casi a escondidas, Digna avisa de que “si cambian de profesora” no irían a clase.

Más allá del ambiente festivo bien llevado a los 80 y tantos, la actividad resulta muy positiva para curar unas dolencias que ahí están aunque a la hora de saltar a la pista no se noten. “La risa suple muchos medicamentos” y las estudiantes salen con otro ánimo, resume la directora del centro, Raquel Fernández.

La receta de la risa para ahorrar en medicinas: una taza, una tetera y diez “bombas sexuales”

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